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Actualizado: 6 de junio de 2025


Era Martí de mediana estatura, cabellera negra y abundante que rodeaba una frente amplia y bombeada, ojos negros de mirada dulce y penetrante, tez blanca pálida, como son generalmente los cubanos, bigote negro y crespo y un óvalo perfecto redondeaba su fisonomía armoniosa y vivaz.

Un amigo suyo le ruega que le ayude á conseguir la mano de su amada Clemencia, que su padre le niega. Este, llamado Martín Crespo, deja entonces de ser alcalde, y ejerce por última vez sus funciones de juez.

Crespo, satisfecho, tranquilo, apacible, en voz baja, como respetando el primer sueño del campo, su ídolo, dejaba caer sus palabras como un rocío en el alma de Ana, que entonces comprendía aquella adoración tranquila, aquel culto poético, nada romántico, que consagraba Frígilis a la naturaleza, sin llamarla así, por supuesto.

El amigo íntimo de Quintanar, era el dictador en aquel pueblo de árboles y arbustos. Los días que no iban de caza, el señor Crespo se los pasaba recorriendo sus dominios, que así llamaba al parque de Quintanar; podaba, injertaba, plantaba o trasplantaba, según las estaciones y otras circunstancias. Estaba prohibido a todo el mundo, incluso al dueño del bosque, tocar en una hoja.

Pero como no consiguió nada, como Anita le pedía con las manos en cruz que la dejasen en paz, tranquila en su caserón, Crespo resolvió divertir a su pobre amiga en su misma casa. «¡Si él pudiera hacer que se aficionara a los árboles y a las flores!». Por ensayar nada se perdía. Ensayó.

Para mayor seguridad don Víctor compró un reloj despertador que sonaba como un terremoto y con este aviso automático, como él decía, acudió en adelante a la hora señalada para la cita. Casi todas las mañanas Quintanar y Crespo llegaban al Parque a la misma hora.

Pero Crespo era una excepción, un amigo verdadero, que entendía a medias palabras lo que las tías, el barón, etc., etc., no hubieran entendido en tomos como casas.

Y Frígilis invocaba esto y los derechos del marido ultrajado para obligar a Mesía a huir. «Eso no es cobardía dice que le dijo eso es hacerse justicia a mismo, usted merece la muerte por su traición y yo le conmutó la pena por el destierro». ¿Eso dijo Crespo? Eso. ¡Miren Frígilis! Tiene mucha confianza con Álvaro, que le respeta mucho. Bueno, ¿y qué más? Nada, que Álvaro dio palabra.

Era de mediana estatura, robusto y bien formado, de rostro moreno y expresivo, con grandes ojos negros y cabello crespo y enredado. No había nacido en la Segada, sino muy cerca de la casa de D. Álvaro Estrada. Tocóle ir de soldado á los veinte años y consiguió llegar á sargento muy pronto por su buena conducta y rápida comprensión.

Crespo tenía bien definida y arraigada su vocación: la naturaleza; Quintanar había llegado a viejo sin saber «cuál era su destino en la tierra», como él decía, usando el lenguaje del tiempo romántico, del que le quedaban algunos resabios. Era el espíritu del ex-regente, de blanda cera; fácilmente tomaba todas las formas y fácilmente las cambiaba por otras nuevas. Creíase hombre de energía, porque a veces usaba en casa un lenguaje imperativo, de bando municipal; pero no era, en rigor, más que una pasta para que otros hiciesen de él lo que quisieran. Así se explicaba que, siendo valiente, jamás hubiese tenido ocasión de mostrar su valor luchando contra una voluntad contraria.

Palabra del Dia

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