Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 6 de junio de 2025
Don Lope de Figueroa, á causa de estos disturbios, cree lo más conveniente que las tropas abandonen el pueblo; se despide de su huésped Crespo, con quien ha contraído amistad en el tiempo que han vivido juntos; deja á Isabel como recuerdo una cruz de diamantes, y se lleva consigo al hermano de aquélla, que ha mostrado mucha inclinación por la vida militar, tomándolo bajo su protección.
Pero cuando se quedaban solos Benítez y Crespo, el doctor decía: No me gusta Ana... Pues yo la veo muy tranquila a ratos.... Sí, pues por eso... no me gusta. Hay que obligarla a distraerse. Y Frígilis se propuso conseguir que se distrajera. Y por eso la rogaba que saliese con él a paseo cuando llegó aquel Mayo risueño, seco, templado, sin nubes, pocas veces gozado en Vetusta.
»La primera clase procede cō mas suavidad. Entra el amigo siendo garante de aquella desventura. Propone el ingenio del ahijado, celebra la tersura de su escrivir, aunque apenas conocido hasta entonces. No olvida la buena eleccion en los argumentos, y haziendole en lo rizo, crespo y suave, un segundo Vega, pide se le señale hora para manifestar las hazañas de su noble batallador.
De la parte de Areo, cruzando sobre el río a mucha altura, vieron venir un bando de tordos de agua. Cuando estuvieron a tiro Frígilis disparó los de su escopeta con tan mala suerte, que no consiguió más que dispersar las apretadas filas. ¡Tira tú, bobo! gritó Crespo furioso.
Crespo hablaba poco, y menos en el campo; no solía discutir, prefería sentar su opinión lacónicamente, sin cuidarse de convencer a quien le oía. Así la influencia de la filosofía naturalista de Frígilis llegó al alma de Quintanar por aluvión: insensiblemente se le fueron pegando al cerebro las ideas de aquel buen hombre, de quien los vetustenses decían que era un chiflado, un tontiloco.
Así vivía Ana. Benítez desde que desapareció el peligro inminente, visitó menos a la viuda. Servanda y Anselmo eran fieles, tal vez tenían cariño al ama, pero eran incapaces de mostrarlo. Obedecían y servían como sombras. Le hacía más compañía el gato que ellos. Frígilis era el amigo constante, el compañero de sus tristezas. Hablaba poco. Pero a ella la consolaba el pensar: «está Crespo ahí».
Pero ¿qué pasa? repitió don Víctor en voz baja en el primer descanso. ¿Viene usted de caza? contestó el otro con voz débil. Sí, señor, con Crespo; ¿pero qué sucede? Hace tanto tiempo... y a estas horas.... Al despacho, al despacho.... No hay que alarmarse... al despacho.... Anselmo alumbraba por los pasillos del caserón a su amo a quien seguía el Magistral. «No pregunta por Ana» pensó De Pas.
Durante la enfermedad de su amiga, don Tomás Crespo, desconfiando del celo de Anselmo y de Servanda, y sin pedir permiso a nadie, se instaló en el caserón de los Ozores. Trasladó su lecho de la posada en que vivía desde el año sesenta, a los bajos del caserón. El tocador y la alcoba de Ana estaban encima del cuarto que escogió Frígilis.
Cuando Crespo, al obscurecer, entró en la alcoba de Ana, la llamó en vano dos, tres veces.... Pidió luz asustado y vio a su amiga como muerta, supina, y sobre el embozo de la cama el pliego perfumado de Mesía.
Llegó a quejarse don Tomás de que sus ladridos no siempre despertaban al amo ni a la doncella, de que se le hacía esperar mucho tiempo, y para evitar reyertas y plantones, se acordó que Crespo y Quintanar acudiesen al parque a la misma hora sin necesidad de ladrar a nadie.
Palabra del Dia
Otros Mirando