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Actualizado: 29 de mayo de 2025
Sí, el cura y dos amigos de mi padre. Nos instalamos en el salón en espera de nuestros invitados y pronto apareció mi tío acompañado del comandante de Couprat, al que me presentó. ¡Dios mío, qué aspecto tan simpático, el del comandante! Sus ojos eran límpidos como los de un niño y sus cabellos y bigotes blancos como nieve.
Exactamente: primo en tercer grado. Pues he aquí a su sobrina dijo el cura presentándome. A pesar de mi inexperiencia noté muy bien que la mirada del señor de Couprat expresaba alguna admiración. Me felicito de conocer tan encantadora prima díjome con aplomo y tendiéndome la mano. Esta lisonja provocó en mi un pequeño escalofrío agradable y puse mi mano entre la suya sin la menor turbación.
No se trata de la imaginación, señor cura, sino del corazón, puesto que amo. ¡Oh tan joven, tan niña! ¿Qué tiene que ver eso? Os repito que me muero de amor por el señor de Couprat. ¡Ah! ¿conque es él? ¿Qué me tomáis por una veleta, mi cura? Pero, Reinita, en vez de morir, sería mejor que te casaras con él. Eso sería lógico, querido cura, muy lógico; pero por desgracia, no le gusto.
Por último, de Couprat levantose para despedirse y le acompañamos hasta el patio. Saludó afectuosamente al cura y dio las gracias a mi tía; luego acercose a mi, me tomó la mano y me dijo en voz baja: Hubiera deseado que esta velada no terminara nunca, prima mía. ¿Y yo?... Pero volveréis ¿no es cierto? Seguramente, y dentro de poco, según espero.
A más, mi tío miraba esta intimidad con buenos ojos, porque de acuerdo con el comandante y a pesar de sus paradojas sobre el matrimonio, deseaba ardientemente, casar a su hija con el señor de Couprat, pues hallaba y con razón, que entraba en la categoría de los casos extraordinarios.
Mi padre es, en efecto, comandante, señor cura. ¿Le habéis conocido? Y me ha prestado servicios hace muchos años. ¡Qué noble y excelente hombre! Sé que mi padre es querido por todo el mundo respondió el señor de Couprat, con el rostro más radiante que nunca. Y el comprobarlo es siempre para mi una nueva dicha. Pero continuó el cura, ¿no sois pariente del señor de Pavol?
En medio de esta dulce vida de esperanzas, y pequeñas inquietudes desvanecidas por una amabilidad, o por las distracciones de una existencia tan nueva para mi, llegamos al fin de Septiembre. Y entonces mi tío, con el aspecto fúnebre de un hombre que va al cadalso, se preparó a llevarnos a las tertulias anunciadas por el señor de Couprat.
La animación de mi vida impedíame, sin duda, pensar en él constantemente, y por eso me explico mi ceguedad; pero nunca se me ocurrió poder hallar otro hombre más encantador que Pablo de Couprat. Sin embargo, en la corte que me circuía, muchos cortesanos ofrecían una semejanza real con los tipos de Walter Scott, que tanto había admirado.
Inmediatamente declaró que tenía una hambre de caníbal y aceptó con un desenfado que me encantó. Me esquivé un instante para ir a afrontar el mal humor de Susana. Susana dije entrando con agitación en la cocina, el señor de Couprat come con nosotros. ¿Tenemos algún pollo gordo, leche, fresas, cerezas? ¡Ah, Señor! ¡cuánta cosa! refunfuñó Susana; hay lo que hay y nada más.
Aproximó mi mano a sus labios, y preciso es que la naturaleza humana tenga un gran fondo de perversidad, porque este homenaje me causó un placer tan nuevo, tan intenso y tan perfecto, que tuve la idea impropia de... ¡Dios mío, lo diré! Después de la partida del señor de Couprat viví varios días en una especie de beatitud que me sería difícil describir.
Palabra del Dia
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