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Actualizado: 29 de mayo de 2025


Mi tío, a pesar de mi repentina resolución de disimulo, veía claramente, pero se conducía con prudencia. No podía impedir al señor de Couprat que amara a su hija, ni renunciar al proyecto que tanto él como el comandante acariciaban desde hacía tiempo.

Reina, no saldrá de aquí. Pero, señora replicó el cura que se acaloraba, os repito, que es urgente. Reina está triste, su imaginación es rápida y cavila mucho, estoy cierto que se cree enamorada del señor de Couprat. Poco me importa eso repuso mi tía, que era incapaz de comprender las razones del cura.

Hizo el cura un gesto desesperado y de Couprat lo contestó con una expresiva guiñada, como diciéndole: No os asustéis; ya comprendo. Esta pantomima me atacó los nervios e hice un violento esfuerzo para interpretar su oculta significación. A propósito de tío dije luego ¿conocéis mucho al señor de Pavol? , bastante; mi propiedad dista sólo una legua de la suya. ¿Y qué tal es su hija?

Aguardaba al señor de Couprat con impaciencia, para observarlo con ojos que comenzaban a ver claro. Generalmente llegaba muy tarde, en compañía de tres o cuatro jóvenes que componían la alta sociedad a la moda de la región.

El señor de Couprat reía, pero Juno se envolvía en una imponente dignidad que no me infundía respeto. Llego un momento en que me hallé junto a él, mientras que mi prima caminaba delante de nosotros con aire distraído. Noté que él la miraba mucho, y le interrogué con la mayor inocencia de corazón: Es muy linda ¿verdad? ¡Linda, muy linda! respondiome con una voz tan apagada que me hizo estremecer.

Pero me sentía tan feliz, viéndole y habiéndole, que en aquel momento, esta pequeña decepción pasó por mi alma sin herirla. El señor de Couprat nos hizo saber que habría varios bailes en el mes de Octubre. Me alegro respondió Juno. Me enseñarás a bailar le dije saltando sobre mi silla. Pido que se me permita ser el profesor exclamó Pablo de Couprat.

No habléis mal de mi cabeza, señor cura; la quiero mucho, sobre todo, desde que el señor de Couprat la ha hallado tan bonita. El señor de Couprat se ha reído de ti, Reina. Está segura que te ha tomado por una chiquilina sin importancia. Nada de eso repliqué ofendida, nada de eso, puesto que me ha besado la mano. ¿Y sabéis qué se me ocurrió en ese momento?

Sin embargo, como no hay nada más voluble que una cabeza de diez y seis años, al siguiente día volviome la experanza, y clasifiqué la charla de aquellas dos señoras de murmuraciones sin alcance. Resolví observar cuidadosamente al señor de Couprat y me hallé en tal disposición de espíritu, que con el menor indicio hubiera dado cuerpo a las más fugitivas impresiones.

Los de Couprat y el cura almorzaban con nosotros. Oprimíaseme el corazón al ver a Pablo conversando alegremente con Blanca, mientras que yo me hallaba condenada a soportar las atenciones tímidas del señor Le Maltour, cuya cara bonita me atacaba los nervios. He cambiado de idea desde ayer le dije repentinamente; me gustan muchísimo los viajes.

Permitid dijo el cura, que hizo un esfuerzo por sacar a la orilla a sus amigos que iban en camino de ahogarse por completo en mi opinión, permitid; no podéis negar algunas bellas virtudes, algunos actos heroicos que... ¡Ilusiones, ilusiones! interrumpió Pablo de Couprat.

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