Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 29 de junio de 2025
Lo ignoraba, pero me espeté yo misma un discurso para convencerme de que el señor de Couprat estaba enamorado de mi, y la peroración dio término con un enternecimiento de mal augurio.
Mientras que yo me zarandeaba y hería corazones, Blanca pasaba hermosa y altiva, demasiado segura de su belleza, para preocuparse de hacerla admirar; demasiado correcta para rebajarse hasta las emociones y pillerías que hacían mi felicidad. Sin embargo, así que la primera efervescencia se calmó, me di cuenta de que el señor de Couprat tardaba mucho tiempo en enamorarse de mí.
Yo experimentaba una intensa antipatía por las artes, pero sobre todo, por la música, puesto que la maldita etiqueta no permite taparse los oídos, mientras que es lo más fácil no mirar un cuadro o darle la espalda. Con todo, cuando el señor de Couprat tocaba valses, lo escuchaba con gusto y largo rato; mas, era él lo que me gustaba y no los valses.
A pesar de su figura elegante y siempre esbelta, quedaban borrados, radicalmente borrados por ese buen muchacho vivo y alegre a quien yo adoraba mentalmente como un tesoro de cualidades. Mientras tanto, aunque la tormenta hubiese calmado, no cesaba la lluvia, y como se acercaba la hora de comer, mi tía invitó a Pablo de Couprat a compartir nuestra mesa.
Desde entonces fue para mi un verdadero suplicio el ver al señor de Couprat, y observar todas las atenciones y delicadezas de que colmaba a Blanca. ¡Cuánto lloraba en silencio! pero eso sí, nunca, nunca sentí celos de Juno. ¡Dios mío! no; yo era una criatura que amaba sincera y profundamente, pero sin que la más mínima sombra de pasión feroz se mezclase a mi amor.
Mi cura, mi querido cura, os lo suplico, aplicad mañana vuestra misa para que el señor de Couprat no sea el Pico de la Aguja Verde. «Hasta la vista, señor cura; espero que pronto seréis cura de Pavol».
Y decir que por eso lo han hecho pasar a la posteridad... Tal vez insinué yo, viviera con varias tías, y eso le habría agriado el carácter. El señor de Couprat se detuvo sorprendido y estalló luego en una carcajada. El cura abrió tamaños ojos, pero mi tía, en brega con el pavo, al que trinchaba con arte, fuerza es confesarlo, no me oyó. La historia, primita, no dice nada al respecto.
Díjeme que los corazones no deben estar precisamente formados de la misma manera; que si algunos se dan en un minuto, otros tienen la facultad de meditar y estudiar antes de enamorarse; que si el señor de Couprat no me amaba aún, eso tenía que suceder hoy o mañana, dado que era evidente, que existía entre nuestros gustos y caracteres respectivos una innegable semejanza.
Desapareció para ir a reñir a Susana y sólo la volvimos a ver en la sala. Tenéis una excelente cocinera, prima mía, dijo Pablo de Couprat, paladeando su café. Sí, pero tan rezongona... Eso no es más que un detalle... ¿Y qué os parece mi tía? le pregunté en tono confidencial. Pero... bastante majestuosa respondió de Couprat, algo en aprieto. ¡Ah, majestuosa!... ¿queréis decir... desagradable?
¡Eso es cierto! dijo Blanca con aire soñador. Pronto, y a sus expensas, supo el señor de Pavol, que si las mujeres hechas no valen nada, menos valen aún las jóvenes, pues pisotean sin pestañear las ideas de sus padres y sus tíos. El lunes, me levanté lo más contenta. Había soñado esa noche con Pablo de Couprat, y me desperté lanzando un grito de alegría.
Palabra del Dia
Otros Mirando