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Actualizado: 20 de junio de 2025
El torrente se precipita de lo alto de la montaña por una abra estrecha, semejante á un enorme chorro que se lanzase de una azotea por entre balcones de piedra cuajados de guirnaldas y cubiertos con flotantes cortinajes de severa verdura.
Al cabo de un tiempo prudencial, se le diría que estaba de paso en Pilares un filósofo forastero, al cual le habían invitado a dar una conferencia en el Casino, y si él, Belarmino, quería oírla, puesto que era el único filósofo de la localidad, que le colocarían en una habitación contigua al salón, detrás de los cortinajes, desde donde escuchase sin ser visto.
Por todas partes los graciosos balcones, las discretas celosías, veladas en su interior por finos cortinajes, tras de cuyos pliegues se alcanzan á ver medio escondidas algunas caras primorosas como apariciones ideales; los aéreos miradores de cristal, empinados caprichosamente sobre los techos; las ventanas con enrejados de hierro curiosísimos; las vastas azoteas adornadas de jarrones con flores y pequeños arbustos bañados por el sol y agitados por las brisas marinas.
Jaime oyó pasos furtivos en las habitaciones inmediatas; vio cortinajes que se agitaban levemente, como movidos por suave céfiro; adivinó tras de ellos cuerpos en acecho, ojos que le contemplaban ocultos. La criada volvió a aparecer, saludando a don Jaime con grave cortesía. ¡Era el sobrino de la señora!... Le acompañó hasta un gran salón, y desapareció.
Mientras aguardaba á ser introducido, el Peor contempló el hermoso perchero y los soberbios cortinajes de la sala, que por la entornada puerta se alcanzaban á ver, y tanta magnificencia le sugirió estas reflexiones: «En lo tocante á los muebles, como buenos lo son... vaya si lo son.» Recibióle el amigo en su despacho; y apenas Torquemada le preguntó por la familia, dejóse caer en una silla con muestras de gran consternación. «¿Pero qué le pasa? le dijo el otro.
En el interior del edificio volvió á congratularse de la resolución que le había arrastrado hasta allí. ¡Cómo abandonar tales riquezas!... Contempló los cuadros, las vitrinas, los muebles, los cortinajes, todo bañado en oro por el resplandor moribundo del día, y sintió el orgullo de la posesión.
Luego corrió como una demente, aullando y con el cabello suelto, ante todos los retratos del general. ¡Ah, su héroe! Ahora sabía verdaderamente cuánto lo amaba... Durante varios meses recibió á sus visitas en un salón con muebles y cortinajes negros. Vistiendo sueltas ropas de luto, estaba medio tendida en un sofá ante un retrato de Saldaña de cuerpo entero.
La alcoba donde murió Doña María. En el fondo, bajo los cortinajes de damasco carmesí, que tienen algo de litúrgico, abandonada y fría aparece la cama antigua, de nogal tallado y lustroso. Don Juan Manuel está en el umbral de la puerta. Su hijo y el capellán le sostienen. El rostro pálido y la barba de plata se sumen en el pecho.
En las cuevas se amontonaban muebles, cuadros, estatuas y cortinajes para adornar muchas viviendas. Don Marcelo se quejaba de la pequeñez de un piso de veintiocho mil francos que podía servir de albergue á cuatro familias como la suya.
En cada piso se veian anchas vidrieras compuestas de pequeñísimos vidrios empatados en marcos de madera, sin abras exteriores y formando una curiosa simetría; y del suelo de la casa, á los lados de la puerta, se alzaban robustas plantas de madreselvas que trepaban hasta los pisos altos, formando en la fachada flotantes cortinajes floridos que se entrelazaban sobre los marcos de las ventanas.
Palabra del Dia
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