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Actualizado: 2 de julio de 2025


Á los 10 de mayo, á hora de Vísperas, llegó Fray Copones, inviado por el gran Maestre en una fragata con la nueva que la armada turquesca había estado en el Gozo, que pluguiera á Dios que tal nueva no llegara, que ciertamente fué causa de la perdición que sucedió al armada de los cristianos, que otramente, todos estaban seguros y firmes, y jamás acaeciera semejante desgracia; y según esta nueva, todos hacían cuenta que dentro de dos días á lo más largo la armada turquesca parecería, y así Su Excelencia hizo toda la diligencia posible para embarcarse aquella noche con todo el resto, y no fué posible hasta el día, porque los alemanes le daban gran pesadumbre y trabajo, que no estaban aún determinados de quedar en el fuerte, ni se habían podido acordar; y entendiendo ellos que Su Excelencia quería ir á hablar con el señor Juan Andrea Doria á las galeras, para dar la mejor expedición que acordasen, los sobredichos alemanes tomaron la palabra á Su Excelencia que sin ellos no se fuese, y fué fuerza que Su Excelencia se lo prometiese y la cumpliese después, cosa por cierto muy conviniente y de gran valor, que un Príncipe cumpla aquello que promete, mayormente no habiendo sospecha de contrario suceso; y así Su Excelencia se embarcó y fué á donde estaba el señor Joan Andrea Doria, dejando en tierra á Alvaro de Sande para que diese órdenes en las cosas que fuesen menester, el cual dicen que se echó en la cama á reposar.

El Duque. La fragata vino, como dice D. Alvaro, antes una hora más tarde que más temprano, la cual vimos él y yo llegar á tierra y en ella el Comendador Guimarán y otro gentil-hombre que en el vestir y la manera me paresció que venía de fuera, y luego lo dije á D. Alvaro, y que me parescía que debía de haber alguna nueva, y en esto caminé hacia los dos, y Guimarán se adelantó á y me dijo suso: «Vamos de aquí, que el armada es con nosotros;» y yo le dije: «¡CómoRespondióme: «Este caballero que viene conmigo, que se llama Copones, es de mi tierra: viene con la nueva de parte del gran Maestre y avisa cómo el armada tocó en el Gozo y fué vista de todos, y se pasó un renegado español y dijo cómo venía á Trípol derecha, y que á la cuenta de la navegación que ella había hecho, llegaría aquella noche y otra podría venir á los GelvesYo le respondí que cómo nos habíamos de ir; él me respondió que nos embarcásemos en aquella fragata D. Alvaro y él y yo, y que nos fuésemos á las galeras con Juan Andrea y los demás, los cuales estaban determinados de irse luego.

Es bien que se entienda que ni por partirse á la hora que vino Copones, ni mucho antes ni después, nuestras galeras dejaban de topar los enemigos, porque las llevaban por proa; y si habían de pasar sin ser vistas por aquel camino que determinaron y no por el Canal de los Querquenes, había de ser de noche, como partieron, y según paresce, por un griego levante que se levantó algo furioso, me paresce que dieron fondo aquella noche y estuvieron surtas dos ó tres horas entre el armada turquesca y tierra, de manera que no se excusaba la destinada pérdida, y fuera mayor, porque al amanescer se hallara más cerca de los enemigos, para no poderse escapar las que vinieron á Sicilia, y más lejos del fuerte, para salvarse por entonces las que vinieron á él.

Era especialmente notable mi rica colección de plata labrada; componíase de varias docenas de candeleros, grandes y pequeños, atriles, vasos y macetones ornamentales; no pocos blandones; algunos cálices y copones; y una custodia que me complacía yo en atribuir a Juan de Arfe y Villafañe.

El pobre don Santos Barinaga, víctima del monopolio escandaloso de la Cruz Roja, muere de hambre en los desiertos almacenes donde un tiempo brillaban los vasos sagrados, patenas y copones, lámparas y candeleros con otros cien objetos del culto; muere en aquel rincón y muere de inanición, señores, por culpa del simoniaco que todos conocemos: muere, , morirá; pero el que se burla con artificios de nuestro código mercantil y de las leyes de la Iglesia, comerciando a pesar de ser sacerdote; el que mata de hambre al pobre ciudadano señor Barinaga, ¡ese no se gozará en su obra mucho tiempo, porque la indignación pública sube, sube, como la marea... y acabará por tragarse al tirano!...

En esto dije á D. Alvaro y á Guimarán y á Copones que fuésemos á mi tienda, y que no se dijese nada por no alterar el campo, y así se hizo, mostrando Don Alvaro que tenía gran esfuerzo y que no vendría allí el armada en dos ó tres días, diciendo que se repararían en Trípol y tratarían con Dragut, y otras cosas, y quiso que nos sentásemos á cenar; y yo, porque mi diligencia no paresciese menos ánimo que el suyo, hice lo que quiso y enviamos á Guimarán á que procurase con Juan Andrea que me enviase los esquifes, pues parescía que no convenía que yo me embarcase y dejase la gente que había de ir, especialmente siendo tanto daño quedando el agua limitada, y á la verdad, como no me puse á cenar con gana ni con sosiego, no lo pude sufrir y dije á D. Alvaro: «Dejemos esto, señor; entendamos en lo que hemos de hacer; no es tiempo de cenar con reposo;» y así, hice llamar á mi secretario, entre tanto que Guimarán volvía, y firmé y despaché algunas cosas necesarias, y hice embarcar en los pocos barcos que había á mi hijo y á la mayor parte de mi casa, y ordené á la gente que había de embarcarse que estuviese á puncto á la marina, esperando los esquifes, pudiendo venir todos como vino él en uno, siendo tan necesario desembarazar aquella plaza de la gente sobrada por razón del agua, y dijo cómo Juan Andrea y los otros caballeros y capitanes de galeras se habían juntado en Consejo, y resuéltose que las naves se levasen y se fuesen, y partirse ellos aquella noche, porque cuando el armada viniese el día siguiente de Trípol, donde presumían que estaría, no les hallase allí; y que no había para qué enviar los esquifes, sino que yo y Don Alvaro nos metiésemos en el que él venía y que nos fuésemos, porque no esperaban otra cosa que á mi ida, y que D. Sancho de Leyva decía que no era razón que yo por dejarme de embarcar pusiese en peligro que se perdiese aquella armada de S. M.; y acordándome yo que había dado mi palabra como caballero de no dejar en Berbería á los tudescos, y de ponerlos en tierra firme y de cristianos, envié á llamar al Coronel y á los otros oficiales y díjeles lo que me enviaban á decir de la mar y el término en que estaban las cosas, y que viesen lo que de querían, que el armada se podía ir muy bien sin , y no yo sin cumplir mi palabra.

Palabra del Dia

godella

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