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Actualizado: 5 de mayo de 2025
Una espuma burbujeante asomó a las comisuras de los labios, con sordos rugidos. El cuerpo se contraía y dilataba, doblándose como un arco, mientras la cabeza y los pies se hundían en las desordenadas ropas del lecho. Isidro corría como un loco por la habitación. Después abrió la ventana. ¡Socorro!...-gritó . ¡Teodora!... ¡señora Teodora! Nadie le oía.
Y como sus dedos tropezasen con el relicario, lo llevó á sus labios, lo besó, pero se los frotó inmediatamente temiendo el contagio; aquel relicario de brillantes y esmeraldas había venido de un lazarino... ¡Ah! entonces sí, si ella contraía semejante enfermedad, no se casaría.
Leyó y, á medida que avanzaba en la lectura, su frente se contraía con sombrío descontento. Nada más vulgar que aquella carta, clásica declaración de un oficial de curia á una obrera florista, y firmada "Héctor," sin apellido. Pero no había duda posible; era del hijo de Bobart, del oficial de húsares, del comensal, un poco atrevido, del banquete de boda.
Concha permaneció absolutamente inmóvil con una calma provocativa capaz de irritar a un santo. Sus labios perdieron, no obstante, el hermoso carmín que tenían y sus grandes ojos negros brillaron con expresión sombría. No corras tanto, que puedes tropezar dijo con sosiego impertinente, mientras una sonrisa de burla contraía sus labios descoloridos.
Había que resignarse a un galanteo penoso y contradictorio, a un tira y afloja que parecía muy del gusto de aquella mujer y le hacía abrir unos ojos de sonriente crueldad, de espasmo sádico, cada vez que él, con los sentidos excitados por misteriosas alusiones o miradas prometedoras, se contraía furioso de deseo.
Todos estos árboles y flores-animales eran de una voracidad mecánica cuando la víctima microscópica se dejaba atraer por sus tentáculos El suave ramaje se contraía, se cerraba, arrastrando á la esbelta torre secretada por él mismo, digería su conquista. Otros estanques atrajeron después la atención del marino.
El alma, si se me permite emplear un símil vulgar, parecía que se alargaba siguiendo el sonido, y se contraía después retrocediendo ante él, pero siempre pendiente de la melodía y asociando la música a la hermosa cantora. Tan singular era el efecto, que para mí el oírla cantar, sobre todo en presencia de otras personas, era casi una mortificación.
La señora de López Moreno, gorda y majestuosa como las talegas de su marido, contraía sus gruesos labios para chupar un cigarrito de papel, y reíase maternalmente al ver a su hija Lucy, recién salida del colegio, dar pequeñas chupadas en el cigarro mismo de Angelito Castropardo.
La sonrisa que contraía el rostro de Tristán era tan extraña y su rostro se hallaba tan descompuesto, que el marquesito quedó paralizado. ¿Tendría usted la amabilidad de escucharme dos palabras? Con mucho gusto... ¿Pero no quiere usted pasar? No señor, gracias. ¿Es tan urgente el asunto? Lo es. Nanín quedó un instante suspenso. Bien, bien dijo al cabo . Será como usted guste.
El aperador entró en la gañanía, y antes de llegar al montón de harapos de la enferma, oyó el ruido de su respiración, un soplido doloroso de fuelle descompuesto, que dilataba y contraía el mísero costillaje de su pecho.
Palabra del Dia
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