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Actualizado: 11 de mayo de 2025
Un día de su inmovilidad representaba más que lo que ganaban los dos hombres en un mes. Esto no puede seguir protestaba Tòni. Su indignación le llevó varias veces á tierra, en busca del capitán. Miró con antipatía al portero del albergo, porque siempre la contestaba que el capitán había salido.
»Cierto día, el aire era pesado y cálido, el calor sofocante; formábase en el mar una tempestad; estábamos sentados en el parque, y hacía algunos instantes que hablaba a Carlos, y que éste nada contestaba... Tomé su mano y sentí que abrasaba... »¡Tiene usted fiebre le dije; una fiebre ardiente!
Desnoyers contestaba indignado: Eso de Bélgica es una traición... Y una traición nada vale entre personas decentes. Lo decía de buena fe, como si la guerra fuese un duelo donde el traidor quedaba descalificado y en la imposibilidad de continuar sus felonías. Además, la heroica resistencia de Bélgica le infundía absurdas ilusiones.
Y don Pablo, que no tenía calzones para hacerse respetar, contestaba que eso era muy natural: la juventud necesita expansión, soltura; si se le cierra la puerta, se escapa por la ventana, o por el tejado, el cañón de la chimenea o el ojo de la llave; la cuerda que se ha mantenido tirante al joven, el viejo se encarga de aflojarla más tarde, y es peor, muchísimo peor.
»Entretanto, el delirio de Carlos no tenía nada de extravagante, no hablaba más que de su próximo matrimonio. »Ella me ama decía; ¡me ama más que a su honor!... ¡Consiente en ser mía!... ¿Pero cuándo se efectuará nuestro enlace? »Cuando estés restablecido le contestaba yo. »¡Ah! Esto será bien pronto, porque entonces seré feliz.
Isidro, que lo veía todo de color rosa, admiraba el adorno del merendero. ¡Muy hermoso! ¡muy original! ¡Aquello era arte moderno! Y el amo, satisfecho por estos elogios de un señorito que parecía inteligente, contestaba con modestia: Un poquito de gusto, y nada más. Así y todo, me cuesta, un porción de dinero... ¿Qué van ustedes a tomar? El merendero completo quería Isidro para Feli.
Pero mi tía no contestaba; empeñada en colocar su saludo en la cara de sus ídolos y en que su marido también lo colocase, lo cazó materialmente del brazo y le mandó que esperara la ocasión propicia para mover el pescuezo. De pronto pareciole que la miraban. ¡Ahí mira don Buenaventura! ¡ahí te mira el doctor Trevexo... dijo; ¡ahora!... saluda, Ramón.
¿Domicilio? Zurich. La joven contestaba con voz breve y tono seco casi sin oír las preguntas. ¿Cómo se encuentra usted en esta casa? Vine a hablar con Alejo Zakunine. ¿A hablarle de qué? De cosas que no interesan a la justicia. ¡O que la interesan mucho! La joven no contestó. ¿Es usted su correligionaria? Sí. ¿Vino usted a hablarle de asuntos políticos? Nuevo silencio.
Para no creer en esa horrible cosa, me decía: «¡Piensa con tanta elevación, que nunca lo hará!» Y una voz interior me contestaba: «¿Ahora crees en aquella altura moral de que antes te reías?» Sí, antes me reía. ¡Y todavía no creía en ella!
«Me huele a guisote de azúcar. ¿Qué es esto? La niña me ha dicho que vio esta mañana un gran paquete traído de la tienda... ¿Por qué no se me ha dado cuenta de esto?...». Rosalía contestaba torpemente que aquel día comería en la casa el Sr. de Pez y que este huésped no debía ser tratado como Candidita, a quien se le daba de postre medio bollo y dos higos pasados.
Palabra del Dia
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