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Actualizado: 26 de octubre de 2025


Sentáos, caballero dijo el fraile. Montiño se sentó. Entre tanto el padre Aliaga abrió sin impaciencia la carta, y á despecho de Juan Montiño, que había esperado deducir algo del contenido de aquella carta por la expresión del semblante del religioso, aquel semblante conservó durante la lectura su aspecto inalterable, grave, reposado, dulce, indiferente.

¡Conservo suave memoria de los días allí pasados! mi cuarto, encalado de blanco, con una cruz negra, tenía un recogimiento de celda. Me despertaba siempre al toque de maitines.

El día en que se publicó la lista de los candidatos admitidos, escribió al abate Constantín. «He sido recibido y muy bien recibido, pues quiero salir en el ejército y no en el servicio civil... En fin, si conservo mi lugar en la escuela, haré un bien a uno de mis camaradas, que obtendrá mi puesto

Ya anochecido, salieron juntos del café y Millán dejó a su amigo cerca de la calle de Botoneras. Pepe pasó toda la noche junto a su padre. Hasta las nueve conservó esperanza de ver llegar a la madre; pero, poco más tarde, vino sola Leocadia, diciendo que doña Manuela se quedaba de guardia. En aquel momento sufrió el pobre muchacho el verdadero desengaño y, perdida toda esperanza, acostó al padre.

Y el joven pronunció estas palabras con un acento tal y tan doloroso, que Dorotea sintió que su amor crecía; se sintió amada; sin embargo, conservó su severidad. No; vos no me sois indiferente; no, ¡Dios mío!

Yo no conservo ninguna tuya. Ya sabes que las rompo en cuanto las recibo. Raimundo no se movió. Después de esperar unos momentos, Clementina se acercó a él por detrás, se inclinó silenciosamente y le puso las dos manos en las mejillas, diciéndole con acento dulce: ¡Retonto! ¿no hay más mujeres que yo en el mundo? Raimundo se estremeció al contacto de aquellas manos delicadas.

Pero siempre conservó de tal encuentro un temor supersticioso, y aun en su más avanzada edad el buen hombre no habló nunca de estas cosas sin estremecerse.

Luciana estaba muy pálida y sus ojos irritados indicaban un largo insomnio. Me tomó la mano, la conservó en la suya, cuyo calor me quemaba a través de mi guante, y me dijo: Gracias por haber venido... Es usted buena, Elena, y se puede fiar en usted, ¿no es verdad? Sus ojos me miraban como si buscasen mi alma en el fondo de los míos.

Ultimamente, en 1510, por donacion hecha á los religiosos de S. Francisco de Paula ó de la Victoria, de esta santa casa con todas sus pertenencias, la cofradía de Rocamador se trasladó al hospital de S. Hipólito, dentro de la ciudad, hoy ermita de Nuestra Señora de la Alegría; las emparedadas pasaron tambien á otra casa, y la iglesia del antiguo santuario se conservó unida á modo de capilla al nuevo templo que los religiosos de la Victoria levantaron.

¡Mi víctima! exclamó el joven visiblemente confuso . ¡Oh no, don Luis! ¡Yo no hago víctimas de tal categoría! Déjeme sorprenderme, amigo mío, al saber que conservo aún alguna categoría. Yo pensaba que después de sus artículos ya no quedaban del poeta Rojas ni los huesos, que estaba no sólo enterrado, sino putrefacto.

Palabra del Dia

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