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Actualizado: 28 de junio de 2025
Confesó entonces Ratón Pérez que no se había determinado á emprender aquella expedición, sin garantir suficientemente con aquella aguerrida escolta de Cazadores ligeros la persona del joven monarca que con tanta nobleza se le confiaba. De repente vió el rey Buby que desaparecía la vanguardia entera por un estrecho agujero, que dejaba escapar reflejos de tenue luz.
Doña Manolita era la única persona a quien doña Luz tuteaba en Villafría. Aún no se confiaba en ella con total abandono, porque doña Luz era muy reservada; pero de día en día iba ganando más doña Manolita en su corazón. Juntas salían a pie de paseo, juntas iban a la iglesia, y juntas tenían costumbre de sentarse en las tertulias.
Desgraciadamente había mar gruesa y de fondo: por más que llamé y llamé, nadie acudió... Y yo a solas en el faro con mi pobre Tchéco, ¡sabe Dios hasta cuándo! Yo confiaba poder tenerlo conmigo hasta la llegada del barco; pero a los tres días era aún completamente imposible... ¿Cómo arreglármelas? ¿Llevarle fuera? ¿Enterrarlo? La roca era sumamente dura; y hay tantos cuervos en la isla!
Confiaba a la acción, con una vehemencia de impulsivo, sus deseos y esperanzas, intentando apoderarse de la mujer, atraerla a él, suprimiendo con el contacto la frialdad que los separaba. ¡Doña Zol! suplicaba tendiendo sus manos. Pero ella, con un simple revés de su ágil diestra, apartó los brazos del torero.
Necesitaba irse acostumbrando a verlo posible para darlo por hecho, y con esto solo ya tenía lo sobrado para estar sereno. Cuestión de aquel día, quizás del siguiente..., porque era mucho lo que confiaba en su padre.
En la tierra no había logrado yo, o por caprichos de la adversa fortuna, o por mengua de mi entendimiento, o de mi voluntad, elevarme entre los demás hombres por fama, poder o riqueza, pero confiaba en que con las energías de mi anhelo podría yo conquistar el reino de Dios y alcanzar en él bienes superiores a todo el poder que en la tierra despliegan los hombres, a toda la riqueza de que gozan y a toda la fama y crédito que conceden.
En eso confiaba Mesía, en el pulvisés de Visita; pero se impacientaba ante aquel romanticismo de la Regenta.
Confiaba tanto en las peregrinas dotes de Milagros, que decía para sí: «No sé cómo será, pero ella saldrá del paso». Cuando la marquesa le dio el último apretón de manos, Rosalía le dijo: «Ya me contará usted mañana cómo lo ha arreglado». Y cuando fue hacia el nicho de Bringas para contarle el caso, él le tomó la delantera con estas acerbas palabras: «¿Qué enredos trae ahora la Tellería?
Creo que todo se vuelve en contra mía: mis hijos, mis amigos... vos... en quien yo confiaba ciegamente. ¡Yo...! Sí, vos; me habéis dicho que os retiráis de la servidumbre de la reina... y vos me hacéis mucha falta al lado de la reina... no contenta aún, os hacéis amiga de nuestra enemiga doña Clara, y amparáis á mi enemigo don Francisco.
Lázaro confiaba á las profundidades de la noche el gran vértigo que sentía dentro de sí; no dormía, porque una serie interminable y rapidísima de razonamientos confusos, mezclados con imágenes vagamente percibidas, le sostenían en vigilia invencible y dolorosa. El día volvía á darles esperanza, la tarde venía á unirlos, el anochecer volvía á entristecerlos. Así se acercaba el día funesto.
Palabra del Dia
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