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Actualizado: 17 de mayo de 2025


El joven se embrollaba más y más. En fin, tía Liette, me sería muy penoso el no ir, confesó francamente. Por las tranquilas facciones de la solterona se deslizó la sombra de una duda. Entonces, me es doblemente penoso el insistir, hijo mío, pero te lo ruego, no vayas a esa cacería dijo con dulce firmeza.

Es cierto confesó Atilio . En los juegos es donde se muestra la debilidad humana y la tendencia que tenemos á la superstición. ¡Qué de manías, como si el pasado pudiera influir en el presente!... ¡Qué de inútiles esfuerzos para domar á la suerte!... Se han derrochado más tesoros de imaginación para inventar nuevos sistemas de juego que para encontrar el movimiento perpetuo, y con igual inutilidad.

Salvador, precipitadamente, interrogó: ¿Quieres dinero? Ruborizada, torpe, confesó: Quisiera tener un poco para dárselo. ¿Pero no necesitas nada para ti? Para no. Yo veo que te hacen falta muchas cosas, Carmen. Ella repitió con desaliento: Ninguna cosa me hace falta....

Allí, con el menor aparato posible, sin molestar a nadie se instaló para velar a la Regenta y acudir al menor peligro. Comía y cenaba en la posada, pero dormía en el caserón. Esto no lo supo Anita hasta que, ya convaleciente, se quejó un día de aquella soledad. Confesó que de noche tenía a veces miedo.

No quiso Candido oir mas, y confesó que Martin tenia razón. Sentáronse luego á la mesa con Paquita y el frayle Francisco; fué bastante alegre la comida, y de sobremesa habláron con alguna confianza. Díxole Candido al frayle: Paréceme, padre, que disfruta Vuestra Reverencia de una suerte envidiable.

El buen Sancho se refociló tres días a costa de los novios, de los cuales se supo que no fue traza comunicada con la hermosa Quiteria el herirse fingidamente, sino industria de Basilio, esperando della el mesmo suceso que se había visto; bien es verdad que confesó que había dado parte de su pensamiento a algunos de sus amigos, para que al tiempo necesario favoreciesen su intención y abonasen su engaño.

Quiso, pues, el diablo, que nunca está ocioso en cosas tocantes a sus siervos, que yendo a vender no qué ropa y otras cosillas a una casa, conoció uno no qué hacienda suya. Trujo un alguacil y agarráronme la vieja, que se llamaba la madre Labruscas. Confesó luego todo el caso y dijo cómo vivíamos todos y que éramos caballeros de rapiña.

Al ver á Raquel, el célebre actor tuvo una ruda explosión de sinceridad. Imposible, señorita dijo, ¿por qué vamos á perder el tiempo? Usted no sirve para el teatro; está usted demasiado gorda... usted ya no crece... Hija y madre se miraban consternadas. ¿Qué hacer?... Al fin, la madre, reconociéndose autora única de aquel descalabro, confesó su superchería.

Don Víctor, en el seno de la amistad, seguro de que Mesía había de ser un pozo, le refirió las persecuciones de que había sido víctima, las provocaciones lascivas de Petra; y confesó que al fin, después de resistir mucho tiempo, años, como un José... habíase cegado en un momento... y había jugado el todo por el todo.

Mil veces dentro en mi corazón, os lo confieso, he deseado que no fueseis mi madre, no porque no os quiera con toda el alma, sino porque ambiciono un nombre, un nombre que me falta. Mil veces digo para , si yo fuese un Lanuza, un Urrea... AZUCENA. ¡Un Artal! ... MANRIQUE. No, un Artal, no, es apellido que detesto; primero el hijo de un confeso.

Palabra del Dia

bagani

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