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Actualizado: 17 de mayo de 2025
Cuando volvió le embromábamos suponiendo que habría contado muchos embustes. El nos confesó que sí, y aún añadió, jactándose de ello, que todo se lo habían creído, menos una cosa. ¿Qué cosa era esa? le preguntamos. -Que cerca de Napóles respondió, hay un monte que echa chispas por la punta.
Gonzalo se confesó con sencillez que gustar... lo que se llama gustar de veras... como ahora Venturita, por ejemplo, nunca le había gustado. ¿Entonces por qué?... ¡Vaya usted a saber lo que son estas cuestiones! Era un niño, no hablaba con señoritas.
Al poco tiempo su alma ardiente, sagaz, voluntariosa, simpatizó con la de Luis, tímida, infantil, llena de piedad y ternura. Más maestra en el arte de hacerse amar que la niña de Estrada-Rosa, logró pronto inspirar al conde confianza y afecto; le envolvió en una malla espesa de confidencias, no sólo referentes a sus amores, sino de toda la vida. Le confesó tan bien como el más hábil jesuita.
Mi padre, que Dios perdone, tenía cargo de proveer una molienda de una aceña, que está ribera de aquel río, en la cual fué molinero más de quince años. Pues siendo yo niño de ocho años, achacaron a mi padre ciertas sangrías mal hechas en los costales de los que allí a moler venían, por lo cual fué preso y confesó y no negó y padesció persecución por justicia.
El producto de la única vaca que tenía el tío Nardo, vendida de prisa y al desbarate, dió justamente para los gastos de equipo del futuro indiano y para el pequeño fondo de reserva que debía llevar consigo, fondo que se aumentó con medio duro que el señor cura le regaló el mismo día que le confesó; con seis reales del maestro que le dió últimamente lecciones especiales de escritura y cuentas, y con la media onza de que tiene noticia el lector.
Espléndida noche, una noche invernal por lo serena, limpia de nubes y pródiga en luceros, semejante a aquella que pareció participar de mi dicha después de que la joven me confesó su amor. Sentado en un viejo sillón, que perteneció a mi abuelo, pensaba yo en Angelina. No la veríamos más en aquel patio ni en aquellos corredores, ni cuidaría de los pajarillos y de las plantas.
Le di las gracias por la noticia, y, haciéndome cargo de que esperaba algo más que esto, le pregunté si tenía intención de permanecer en el cargo que ocupaba, o si aspiraba a otro. Me confesó su ardiente deseo de un beneficio en la catedral. Le prometí escribir a mi tío, y en efecto, así lo hice.
La mañana siguiente fué á visitar un colegio de magos, y le confesó el archimandrita que tenia trescientos mil escudos de renta por haber hecho voto de pobreza, y que exercia una vasta jurisdiccion en virtud de otro voto de humildad. Dicho esto, dexó á Babuco en manos de un aprendiz de mago, para que le obsequiase.
Debe ser curioso ver á un regimiento de esos fanáticos, entregados á consultar sobre el destino de sus vidas. Cuando estábamos al pie de la loma de "La Gloria", y antes de haberse recibido el telegrama del general Monteagudo, el general Mendieta me confesó que aquella posición estaba ocupada por más de 2.000 hombres armados, sin contar los desarmados, que sumaban un crecido número.
Palabra del Dia
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