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Estando en hábito de penitente se le leyó su sentencia con méritos, abjuró de levi y advertida, reprendida y conminada, fue condenada en cien libras y en un año de destierro de esta Ciudad y cuatro leguas en contorno, con confinación en la Isla, pena de doscientos azotes.

Debió ser un capricho... Lleva tres inviernos aquí. Cuando llega el verano se traslada á Aix-les-Bains ó á Biarritz; pero apenas el Casino recobra su esplendor, vuelve de las primeras. ¿Juega?... Como una condenada. Juega fuerte y mal, aunque los que creemos jugar bien acabamos perdiendo lo mismo.

Es esta calle muy corta, y formábanla en aquel tiempo, por la acera de la izquierda, la gran verja del jardín que rodea a un hotel de Recoletos, un solar lleno de escombros y la esquina de una casa de la calle de Serrano, en la cual se abría una puertecilla, al parecer condenada; a la derecha, extendíase primero la fachada lateral de cierto edificio público; seguía luego un hotel suntuoso, y terminaba la acera con otro solar en construcción y la esquina de otra casa de la calle de Serrano, en que no había puerta ninguna.

Lleva usted razón.... Dios sobre todo aprobó el señor Joaquín, arrancando doliente suspiro de la vasta cavidad de su pecho. Esta noche, con el mal rato, la condenada asma va a darme qué hacer.... Encuentro ya la respiración muy corta. Dormiré, si duermo, casi incorporado.

Maltrana creyó que su dicha amorosa huiría para siempre así que aquellas manos hermosas se viesen sometidas a la esclavitud del jornal. El engranaje de la miseria agarraba a sus víctimas para no soltarlas jamás. Si ella trabajaba, viviría siempre condenada al trabajo: jamás tornarían a su nido la alegría y la abundancia.

¡Aquí está el botón de rosa...! ¡Aquí está el tesoro...! ¡Este es el rey Salomón! ¡Este es el emperador de la China! Detrás de Elena venían doña Eugenia y Visita, a quienes se había enviado aviso, y algunas criadas. Tristán tomó a su hijo en las manos y clavándole una larga mirada de infinita compasión exclamó: ¡Desdichada criatura condenada a la vida!

A Rosalía se le encendieron los espíritus cuando vio los billetes. Pero se le llenaron de tinieblas cuando la condenada chica de Sánchez volvió a meter el dinero en lo profundo, y moviendo la cabeza, le dijo: «¡Ay!, no puedo, señora, no puedo...».

Esto es solo misterioso para . Por eso es lo mejor no tocar tales cuestiones. Hablemos de aquello en que convenimos. Convenimos en que Clara estaba, sin culpa suya, condenada á una pena. Convenimos; pero convenga V. también en que yo la he libertado.

que estoy condenada, pero yo le quiero a usted... ¡Te quiero! ¡te quiero más que a mi salvación!... Llévame adonde se te antoje, pero no me separes de ti... Déjame ser tu sierva... Déjame besar el suelo que pisas... Cayó de rodillas delante de su consejero, con el rostro entre las manos. Al través de sus dedos flacos se notaba el vivo carmín de que estaba cubierto.

Pero abrumada bajo el peso del castigo que estaba condenada á sufrir, por momentos sentía como si tuviera que gritar con toda la fuerza de sus pulmones y arrojarse desde el tablado al suelo, ó de lo contrario volverse loca.