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Actualizado: 10 de mayo de 2025


Ha comido en mesas en que un hule hacía de mantel y en vajillas desportilladas. Fuera ya de la familia y durante las languideces de sus largos comienzos en la república de las letras, ha sufrido trabajos y hasta ayunado, más ávido entonces de libros que de bienestar, aunque llevando en mismo, oculto y comprimido, el sentido de las cosas bellas, delicadas y exquisitas.

Poco a poco el hermoso encarnado de sus mejillas desapareció; sus grandes ojos, abiertos cuan grandes eran, quedaron como amortiguados y entontecidos, y sin que un movimiento ni una queja denunciase lo que padecían, el sufrimiento comprimido se pintó en sus rostros asombrados y marchitos. Nadie reparó en este tormento silencioso, en esta suave y dolorosa resignación.

El peñon de Gibraltar, abrupto y formidable, y ligado al continente ó la España por un istmo angosto, bajo y pantanoso, cierra el golfo al nordeste, batido por las violentas olas de un mar comprimido entre montañas que lo rodea casi totalmente.

Hoy, en cambio, el duelo es la equivalente de lo que será liarse a garrotazos en el año 2000, cuando, en vez de bastones, los hombres salgan a la calle con unos tubos de goma llenos de aire comprimido, de energía radioactiva, de café con leche o de lo que sea. Sigamos con esto del duelo. Un hombre hace una canallada; este hombre se bate y es un hombre de honor.

Amparo tiene el corazón demasiado grande para que no sufra comprimido por los caprichos monjunos y por las mil penalidades sordas y continuas del claustro; en una palabra: Amparo se ha arrojado en una tumba, y es necesario sacarla de ella antes que la tierra de esa tumba la cubra y la sofoque.

Harto había dicho, sin embargo, y un resoplido inmenso resonó entonces tras la cortina de la izquierda, como el aliento de un pechazo comprimido que al fin se desahoga: era el buey Apis, el excelentísimo Martínez, que hubiera soltado en aquel momento un relincho, como en sus expansiones de alegría los mozos de su tierra, y estrujando entre sus brutales brazos, como un Hércules que abrazara a un insecto, a su ilustre aliada Currita.

Su aspecto es efectivamente el de «un mar que, despues de una gran borrasca, se hubiese congelado repentinamente en el momento de comenzar á calmarse, pues toda la superficie es una sucesion de bancos ondulosos de nieve que imitan exactamente no las grandes olas del Océano irritado, pero las de un mar mediterráneoTodo hace creer que esa forma es debida á lentas y seculares aglomeraciones producidas por la accion combinada de la presion atmosférica, la tendencia de gravitacion de los bancos y depósitos de hielo y nieve, la fuerza poderosa de las corrientes subterráneas, las condiciones químicas del suelo y de las rocas, y la facultad explosiva del cristal de hielo comprimido en todas direcciones.

Esta pasión era el amor al despotismo, el odio á toda tolerancia, á toda libertad; era un realista furibundo, atroz, y su fanatismo llegaba hasta hacerle capaz de la mayor abnegación, del sacrificio, del martirio. Su carácter era apasionado por naturaleza, aunque los asiduos estudios le habían comprimido y desfigurado.

Por la noche la pobre niña tenía un apetito voraz, y aunque su papá decía que el gazpacho no había quedado bien, a ella le gustó mucho, y tomose la ración más grande que pudo. Cuando se acostó, la pesadez del sueño infantil impedíale sentir las dificultades de la digestión de aquel fárrago que había introducido en su estómago. Sus nervios se insubordinaron y su cerebro, cual si estuviera comprimido entre dos fuerzas, la acción congestiva del sueño y la acción nerviosa, empezó a funcionar con extravagante viveza, reproduciendo todo lo que durante el día había actuado en él por conducto directo de los sentidos. En su horrorosa pesadilla, Isabel vio entrar a Milagros y hablar en secreto con su mamá. Las dos se metieron en el Camón, y allí estuvieron un ratito contando dinero y charlando. Después vino el Sr. de Pez, que era un señor antipático, así como un diablo, con patillas de azafrán y unos calzones verdes.

Á media noche fué preciso administrarle un substancioso potingue, que fabricaron la hermana del fotógrafo de arriba y la mujer del carnicero de abajo, con huevos, Jerez y caldo de puchero. «No qué me pasa decía el Peor; pero ello es que parece que se me quiere ir la vidaEl suspirar hondo y el llanto comprimido le duraron hasta cerca del día, hora en que fué atacado de un nuevo paroxismo de dolor, diciendo que quería ver á su hijo; resucitarle, costara lo que costase, é intentaba salirse del lecho, contra los combinados esfuerzos de Bailón, del carnicero y de los demás amigos que contenerle y calmarle querían.

Palabra del Dia

hociquea

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