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Actualizado: 12 de octubre de 2025


Luego que la tenemos, la amamos. Yo cobré mi billete, los mil francos me parecian una bicoca en presencia de tanto metal, y me quedé estático mirando al coloso. El dinero es el coloso de nuestro siglo. Huyó la casta, y vino el billete. ¡Misterio terrible! decia yo para .

Despertaron mi dormida pasión tus dulces halagos, tornaste en arpa mi vida y fuí cisne de tus lagos. Y ahora qué en ellos me agito, con una sed de infinito y la visión de mi cruz ¿porque le niegas ¡oh gloria! a mi breve trayectoria tu eterna estela de luz? Guarda silencio el coloso, silencio largo y profundo.

Flimnap acabó por depositarlo en una mano del gigante, acompañando esta ofrenda con una nueva mirada de ternura. Lo único que turbaba su dulce entusiasmo era ver que la cara del coloso se hacía más fea por momentos. Aquellas lanzas de hierro que iban surgiendo de los orificios epidérmicos tenían ya la longitud de la mitad de uno de sus brazos.

La muchedumbre, al ver sus lágrimas, prorrumpió en una carcajada sonora. Nunca le había parecido tan gracioso el Hombre-Montaña. El profesor, atolondrado por la caída del coloso, corrió detrás de él dando alaridos de indignación. Luego, al ver que lloraba, lloró igualmente; pero, á pesar de su pusilanimidad, pensó que las lágrimas no podían resolver nada y su dolor se convirtió en indignación.

Pero transcurrieron muchas horas de la mañana sin que llegase el almuerzo ni el amable capitán. Pasado mediodía, cuando el coloso, mal acostumbrado por las abundancias de la noche anterior, empezaba á sentir el tormento del hambre, vió avanzar á través de la playa solitaria á un pigmeo que, sin duda, venía en su busca. No llevaba uniforme militar ni le seguía vehículo alguno.

En un solo día llegaban á matarse ¡quince ó veinte ballenas y mil quinientos elefantes marinos! Es decir, que se mataba por el placer de matar; pues ¿de qué aprovecharían todos esos despojos de coloso, uno solo de los cuales da tanta cantidad de aceite y de sangre? ¿Qué se intentaba con diluvio tan sangriento? ¿Enrojecer la tierra? ¿Ensuciar el mar?

Esta noche Gillespie iba á pasar hambre. Los bellacos parecían contentos de la visita del hombre con velos, que había distraído la atención del coloso. Popito siguió hablando para contar lo que sabía de estas gentes: fugitivos de todos los países; hombres con los que no querían contar los otros hombres, deseosos de emancipación.

Ra-Ra, como si presintiese el peligro, se puso de pie, y al fijarse en la mano del gigante adivinó su intención, gritando con voz desesperada: ¡No quiero!... ¡No quiero! Luego, comprendiendo que su resistencia resultaría inútil ante las fuerzas del coloso, apeló á la súplica: Déjela aquí, gentleman. ¿Por qué me la arrebata?

Pero vuelvo á decir que le faltan dos cosas: honrar el pensamiento por ser pensamiento; honrar la virtud por ser virtud. Reasumamos lo dicho sobre ambos personajes. Un hombre que hereda dos mil millones de reales, y que hoy cuenta con cuatro mil: un coloso de oro, de empresas, de fortuna, de crédito; un semi-Dios de nuestra época; ese es Rothschild.

Luego le vió correr, balanceando sus formas abultadas y reteniendo sus velos, que el viento marítimo parecía querer arrebatarle. Transcurrieron varios días de trabajo, de cansancio y de hambre, sin que el coloso recibiese nuevas visitas. Un anochecer, estando sentado en la arena, vió que un hombre saltaba ágilmente sobre una de sus rodillas, corriendo después á lo largo del muslo.

Palabra del Dia

mármor

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