Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !

Actualizado: 12 de octubre de 2025


Algunos hasta afirmaban haberle oído horribles blasfemias contra la nación y contra el sexo que la gobernaba, como si fuesen capaces de entender su idioma. Cada vez que en el curso del día apareció el coloso junto á la entrada de su vivienda, no fué saludado por la muchedumbre con alegres aclamaciones y echando sus gorras en alto, como otras veces. Un silencio hostil acogía su presencia.

El estruendo de las explosiones, completamente nuevo para la mayor parte de este gentío, le hizo huir con más rapidez que el miedo al coloso. Gillespie no quiso dejar que sus enemigos continuaran ejercitándose en el manejo de la artillería, y tomó el achicador que estaba en el fondo de su barca.

Y yo me decía: «Cuando sea hombre, he de ser igual al patrón...» Aunque usted me vea ahora así, yo he sido muy pinturero y me ha gustado imitar a las personas que valen. Los primeros días que Jaime pescó en el Vedrá olvidábase de mirar al agua y al aparejo que tenía en la mano, para fijarse en el coloso que se alza sobre el mar, despegado de la costa.

Cuando salieron del coro, Gabriel vio cerca del gran fresco de San Cristóbal al maestro de capilla. Acababa de cerrar una puertecilla inmediata al coloso, que conduce por una escalera de caracol al archivo de música. El artista llevaba bajo el brazo un gran libro con tapas polvorientas, que mostró a Gabriel. Me lo llevo arriba. Ya oirá usted algo: vale la pena.

Con las disposiciones que yo le conozco a ese pueblo, en diez años de un sistema semejante hubiérase vuelto un coloso; pero las pisadas de los caballos de Facundo vinieron luego a hollar estos retoños vigorosos de la civilización, y el fraile Aldao hizo pasar el arado y sembrar de sangre el suelo durante diez años. ¡Qué había de quedar!

Cuando éste, conteniendo la nerviosidad de su caballo, que se encabritaba al husmear la proximidad del coloso, pudo colocarse al fin junto á los enormes pies, Ra-Ra le habló desde arriba en el idioma del país. El Hombre-Montaña deseaba hacer alto, empleando como asiento uno de los pabellones bajos de la Universidad. La escolta, podía descansar igualmente durante una hora echando pie á tierra.

El Hombre-Montaña iba á pasearse por dentro de ella sin que su cabeza tocase el techo. Diez gigantes de su misma estatura podían acostarse en hilera de un extremo á otro de la grandiosa construcción. Su ancho equivalía á cuatro veces la longitud del coloso.

El conde de Onís, el coloso de luengas barbas fue un verdadero juguete en las manos de aquella mujercita temeraria y maligna. Una pasión loca se apoderó de ambos, sobre todo de ella. Poco a poco se fue acostumbrando a no vivir sin él, a no pasarse un día sin verle a solas. Hacía esfuerzos increíbles de ingenio y habilidad para conseguirlo.

Cuando el recién llegado, hombre ó mujer, estaba todavía á unos cuantos pasos, Edwin puso una mano en el suelo para que montase en ella, y así lo hizo el pigmeo. Llevaba la cara envuelta en velos, pero al quedar cerca de los ojos del coloso descubrió su rostro.

Apóyate contra la puerta, quizá consigas romper la cerradura. El señor Hellinger era un coloso. Apoyó uno de sus robustos hombros en la tabla cuyas junturas, al primer esfuerzo, comenzaron a crujir. Despacio le dijo su mujer. Los sirvientes están en el vestíbulo. ¡Idos a hacer algo en la cocina, montón de perezosos! gritó en la escalera su voz regañona. Abajo se oyeron golpes de puertas.

Palabra del Dia

mármor

Otros Mirando