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Actualizado: 4 de junio de 2025


Luego las deudas se lo comían, y no podía echarse á la calle sin ver salir de cada adoquín un acreedor. Como era miope, las monedas falsas parece que le buscaban. ¡Singular atracción del bolsillo raras veces ocupado! En cuanto á distracciones, no tenía, aparte la dama citada, sino las murgas que en bandadas venían todas las noches, por entretener á la gente colgada de los balcones.

La casa de Elorza se pobló de caras extrañas. Una muchedumbre, compuesta en su mayoría de gente artesana, invadió la escalera, los pasillos y hasta la habitación de la enferma, con hachas de cera en las manos. El cura, con el monaguillo delante y la sagrada bolsa colgada sobre el pecho, atravesó por el medio y se introdujo en la alcoba. Don Mariano había huido a esconderse.

El tío Nardo á la derecha, con su vestido nuevo de paño pardo, y su mujer al otro lado, con muselina blanca á la cabeza, la saya morada de los domingos colgada al hombro, y terciado en el brazo opuesto un gran paraguas envuelto en funda de percal rayado.

Los paseítos por la noche para tomar el tranvía del barrio; las excursiones a algún teatro de verano; las tertulias en casa de Samaniego o de Rubín; las garatusas del crítico en la calle; la romántica figura de Olimpia colgada en el balcón como una muestra o insignia que dijera: «aquí se ama por lo fino»; las extravagancias de Ballester; los espasmos de Maxi, todo continuaba repitiéndose de día en día con regularidad de programa.

La noche estaba obscura, los centinelas del castillo narcotizados con un filtro, la escala colgada ya de la ventana y los raudos corceles piafaban no muy lejos... «¿Qué aguardas, dueño mío, qué aguardas...?» María oía tocar suavemente a los cristales, y más de una vez se había levantado del lecho con los pies desnudos a cerciorarse de que no era su guerrero, sino el viento, quien la llamaba suspirando.

Era la esposa del propietario, rubia, con ojos negros; poseía un cutis nacarado. Su talle esbelto lo ocultaba un espléndido salto de cama. ¿Para qué necesito yo salir al campo de madrugada, si el campo viene a mi cuarto...? Hueles a mejorana... hueles a romero... hueles a malva rosa decía colgada a su cuello como una niña mimosa.

Tan imprudente, ¡!... ¿Pero no observas qué afán tiene de hablar aparte con él, el placer que experimenta cuando todo el mundo la ve colgada de su brazo?... No me digas nada... Ya , ya que es pura vanidad. Toda su vida ha tenido el mismo carácter orgulloso y fantástico. Aunque no quieras convenir en ello, bien lo sabes.

Perfectamente armados y protegidos con sus cascos de acero, cota de malla recubierta por el coleto blanco con la cruz roja de San Jorge en el pecho, el largo arco á la espalda y la maza ó el hacha de combate colgada del cinto, sentíase el barón capaz de grandes empresas al frente de aquellos hombres denodados.

Aquel recuerdo le conmovió tan profundamente, que los más pequeños objetos, las herramientas de su oficio las barrenas largas y relucientes, el hacha de mango corto, los mazos de madera, la estufilla, el armario desvencijado, las vasijas de barro vidriado, la vieja imagen de San Miguel colgada de la pared, el antiguo lecho de dosel que se hallaba al fondo de la alcoba, el taburete, el baúl, la lámpara de mechero de cobre , todo se le reproducía en la memoria como una pintura animada, y las lágrimas asomaron a sus ojos.

Afortunadamente el público filarmónico oía la orquesta como quien oye llover. Emma entró en el salón después de ejecutado el primer número del programa; atrajo la atención por dos cosas; por su vestido carísimo y llamativo, y por venir colgada del brazo del alemán, del ingeniero Körner, un hombre gordo, alto, encarnado, de ojos de niño llorón, azules, claros, muy hundidos.

Palabra del Dia

rigoleto

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