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Actualizado: 21 de julio de 2025
La niña separó un poco las manos, y dejó escapar con cierta entonación colérica, pero adorable, estas palabras, que fueron cortadas inmediatamente por los sollozos: ¡Soñabas la verdad, ingrato! El marqués de Peñalta, loco, perdido, queriendo salírsele el alma por la boca, la estrechó entre sus brazos, sin poder articular una palabra.
Y en el agua del arroyuelo se reflejó una vez más la colérica imagen de Perla, coronada de flores, golpeando el suelo con el pie, gesticulando violentamente y apuntando con el dedo índice al seno de Ester.
Una vez solas, Amalia tomó un libro y se puso a leer tranquilamente a la luz de un quinqué, mientras su hija, de rodillas en el ángulo más oscuro, sollozaba apagadamente. Tres o cuatro veces levantó aquélla la cabeza, dirigiendo su mirada colérica a las tinieblas del rincón, esperando que la chica gimiese más fuerte para lanzarse sobre ella. Trascurrió una hora, hora y media.
Balbuceaba excusas, pero ella se engañó al notar su insistencia, creyendo que pretendía cerrarle el paso. ¡Capitán, déjeme salir! dijo con voz colérica . Usted no me conoce. Eso es para otras... ¡Atrás, si no quiere que le tenga por un grosero!...
¡Caramelos! exclamó Trujillo dando una palmada sobre el libro . Algo habrá, porque su poco de consumo hacen ustedes, y para ese consumo alguna cantidad, corta o larga, chica o grande, han de tener. Y lo que usted saca de las limosnas, ¿por qué no ha de anotarse? Vamos a ver, ¿por qué no ha de anotarse?». Benina le miró entre colérica y compadecida.
El iris y la pupila, estriados de biliosas agujas, verdegueaban bajo un fluido transparente, que parecía renovarse sin cesar, como el de una mirada viva, y la boca se encogía bajo el mostacho, como si luchara por contener algún altivo denuesto. Máscara tiesa de cortesano disfrazando a medias la honra colérica, el brío estrangulado.
A lo más rápido de la corriente, obscuros peñascos se interponían, originando otros tantos remolinos; saltaba el agua, espumaba un punto colérica, y después seguía mansa y sesga como de costumbre. En lontananza se descubría extensa vega.
Leonido se prepara á arrancar á Marfisa de su triste morada, cuando acude colérica la furia Megera, evocada del Infierno por Argante, y huye, llevándose por los aires á Marfisa entre tempestades y terremotos. En el acto segundo reina la mayor tranquilidad.
Lo aprendió de Alfonso XIII, y a Alfonso se lo enseñó Viñas, el conocido diplomático argentino... Es una moda que hemos sacado los argentinos. Algo habíamos de dar a la civilización. Y como el cake-walk es yanqui, el poncho general en la América española y el mate paraguayo... ¡Viva el truco! exclamé con colérica alegría. El rey ha muerto, ¡viva el rey! Sí, mi querido amigo.
Es la hora repuso el mozo, malhumorado. Y ¿quién te ha dicho a ti que era la hora? El reloj. Pues aquí no hay más reloj que yo; ¿lo entiendes, mastuerzo? dijo el expendedor con voz colérica, sacando cuanto pudo el airado rostro por la ventanilla. ¡Vaya, vaya! ¡Pues no faltaba más que estuviésemos aquí sujetos a la voluntad de los señores mozos!
Palabra del Dia
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