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Actualizado: 15 de mayo de 2025
Clotilde, apurando el agua, miró con precaución en torno, y bajando cuanto pudo la voz, preguntó: ¿Estamos solas? Sí. Entonces, dominada por uno de esos impulsos misteriosos que hacen pensar a dos almas en una misma cosa al mismo tiempo, atrajo a Julia hacia sí, diciendo con acento de súplica: ¿Aún me guardas rencor?
Y ahora comprenderá V. también la influencia que han de tener ciertos sacudimientos morales en la enfermedad de doña Clotilde; porque, a mí no me cabe duda, también ella ha de sufrir... ¡y bien castigada está! Clotilde sabe que Julia la desprecia, y al mismo tiempo está celosa de ella. ¡Si Julia quiere, yo la haré feliz! exclamó Ruiloz en un rapto de indignación mezclada de ternura.
Yo necesito compañía, Marianela, y, claro, aunque quiero profundamente a todos mis nietos, siento cierta preferencia por Carlitos, porque es el que ha de perpetuar un gran apellido; es un Nuezvana, y con esto está dicho todo: Por otra parte ya se lo he dicho a Clotilde, una vez casados los muchachos, todas nuestras cuentas quedarían arregladas; todo se quedaría en casa, unidas para siempre las dos familias.
El autor, que estaba a mi lado, pálido como un muerto, se desahogó con algunas palabrotas groseras y se fue al cuarto de Pepe en vez de el de Clotilde, donde sus amiguitos le consolaron, echando la culpa del fracaso a aquélla y encendiendo más y más la ira que rebosaba de su corazón.
Bueno; lo que deseo, en resumen, es una respuesta definitiva, porque, con Clotilde, ya no me entiendo; no sé a qué atenerme; ella dice que sí, lo desea, lo sé; pero nunca me trae la respuesta de la muchacha. Y esto es lo que yo deseo. ¿Se compromete usted a darme esta respuesta? Me comprometo. Hablaré con Inés, y la sacaré a usted de dudas. Gracias, Marianela. No hay de qué, misia Melchora.
Un relámpago de alegría iluminó el semblante de Clotilde: alzose velozmente y le echó los brazos al cuello, diciéndole con voz conmovida: ¡Te he perdido, mi pobre Inocencio, te he perdido!... ¡Qué generoso eres!... Pero mira... yo te juro, por la memoria de mi padre, que te he de desquitar de la humillación que acabas de sufrir...
Ahora lo sabrá V. Clotilde habrá tomado esta tarde poco alimento... Muy poco. Probablemente se despertará, y entonces le da V. dos cucharadas de lo contenido en el frasco grande. Tal vez siga tranquila, y en ese caso, nada. Pero lo casi seguro es que sobrevenga una excitación muy fuerte, y entonces le da V. cuatro o seis gotas de lo del frasquito amarillo.
Ruiloz ocultó cuidadosamente su amor, pensando que ni la situación de aquella familia ni el poco tiempo que en su amistad llevaba le permitían por entonces otra cosa; pero este mismo forzoso secreto sirvió de incentivo a su deseo. Entre tanto, la enfermedad de Clotilde volvió a agravarse, precisamente cuando el balneario se iba quedando desierto.
Siguiendo de tal suerte, y si Madrid no trabaja algo más en pro de las artes y las letras patrias, barrunto que pronto será Barcelona el centro intelectual de España. En el cuarto de Clotilde, primera actriz de uno de los teatros más importantes de la capital, se reúnen todas las noches hasta media docena de amigos.
Verbigracia; se hubiera evitado que Narcisa, la jovencita que desempeñaba papeles de chula, se fuese del teatro dando un fuerte escándalo, diciendo a quien la quería oír que Antoñico pellizcaba las piernas a las actrices en las ocasiones propicias; y también que la mamá de Clotilde, la primera dama, se quejase al empresario de que Antoñico fuese con demasiada prisa a levantar a su hija siempre que caía desmayada al terminarse un acto.
Palabra del Dia
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