Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !

Actualizado: 15 de mayo de 2025


Pero en fin, la mayoría espera paseando o sentada a que Clotilde entreabra la puerta y asomando su cabeza de reina o de villana, según el papel que va a representar, les grite: Adelante, caballeros... ¿He tardado mucho? Para D. Jerónimo siempre. Es el último que sale refunfuñando y el primero que entra en el cuarto.

Su tía doña Carmen, madre de Clotilde y suegra de Molínez, parecía fiar y descansar en Julia para todo lo referente al cuidado de la casa, tratándola como a hija y siendo por ella considerada con grande amor y respeto.

Pero, en fin, yo he venido a verla a usted, por consejo de Clotilde, para que influya sobre la voluntad de la muchacha. ¿Quiere usted hacerme este favor? ¿Le parece a usted mi nieto digno de ella? Dignísimo, misia Melchora.

Clotilde, igualmente, aparecía más bella que nunca, revelando en su rostro expresivo la dulce emoción que la embargaba y el ansia de ganar laureles para su dueño. Abriose el telón, y todos se fueron a ocupar sus asientos. En las cajas sólo nos quedamos el autor y cuatro o seis amigos.

Ocupaba el centro de la casa una sala grande con dos dormitorios, uno a cada lado: el de la derecha para doña Carmen y Julia; el de la izquierda para Clotilde y su marido. La enferma, casi privada de poder acostarse, pasaba muchas horas sentada en una gran butaca, junto a un ventanón, al través de cuyos cristales, pequeños y emplomados, se descubría un hermoso y pintoresco valle.

Luego, claro, su cariño de abuela; verle así, tan desesperado al pobre chico. En fin, para la vieja es un golpe tremendo. ¿Y qué hacerle? ¡Ah, claro!; no hay qué hacerle. Si Inesita no quiere... no hay qué hacer. ¿Y por qué no te llevas a los muchachos, a Raúl e Inesita, a Mar del Plata? Invitas también a Clotilde, a la mamá de Inesita, y nos juntamos allí todos.

Clotilde dijo que no la bajaría en esta ocasión porque estaba bien persuadida de que el mundo se engañaba mucho acerca de lo que llamaba su talento y que no era otra cosa que un puro instinto.

Doña Carmen y su criada cuchicheaban a un extremo del vagón: Javier iba contando un puñado de monedas de plata; Clotilde, reclinada sobre un montón de almohadones, tenía impresas en el semblante las señales de un dolor intenso.

Cuando salía de la escena, venía presurosa a sentarse al lado de su novio, que se dignaba acogerla a veces con una sonrisa soberana, otras con indiferencia olímpica. Yo estaba escandalizado. Una vez me acerqué por detrás y escuché lo que hablaban. Clotilde llevaba la palabra sosteniendo con calor que el Subir bajando o el Bajar subiendo de Inocencio era mejor que Un drama nuevo.

A los pocos días de hablar con la criada de doña Carmen se acentuó el retroceso en el padecimiento de Clotilde, a quien velaban alternativamente una noche su marido con la doncella, y otra Julia con doña Carmen, la cual solía echarse en un sofá mientras Julia pasaba el rato leyendo y pronta al cuidado de la enferma.

Palabra del Dia

commiserit

Otros Mirando