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Actualizado: 1 de junio de 2025
Diéronme entonces tentaciones de echar a correr, pero me quedé como clavado en el suelo, retenido allí por mi propio juramento. No tardé en oír pasos... Alguien abrió... Lancéme al interior de una habitación oscura como boca de lobo, abrí una puerta por cuyos intersticios se filtraba la luz y exclamé con acento de resolución suprema: ¡Señorita!
Y cuando yo estaba clavado por la gota en mi sillón, ella hacía las visitas sola, tan bien o mejor que yo. Paulina vino a interrumpir esta conversación apareciendo con una inmensa ensaladera de loza, sobre la cual campeaban, violentas y chillonas, grandes flores rojas. Aquí vengo a buscar la ensalada. Juan, ¿quieres lechuga o achicoria? Achicoria respondió Juan alegremente.
Tenía aún el traje de fiesta con el cual la viera Julián danzar pocas horas antes junto al crucero y en el atrio; pero el mantelo de rico paño se encontraba manchado de tierra; el dengue de grana se le caía de los hombros, y uno de sus largos zarcillos de filigrana de plata, abollado por un culatazo, se le había clavado en la carne de la nuca, por donde escurrían algunas gotas de sangre.
Al lado opuesto estaba Jesús, clavado al leño del martirio, hermosamente desnudo, caída la cabeza sobre el pecho, manando sangre la lanzada, rígidas las piernas, sebosas las rodillas, porque en ellas se apoyaba el monaguillo al subir para encender, y envuelta la cintura en un paño rojo con lentejuelas de oro, indigno adorno de tan venerable figura.
El Peor seguía clavado en el recibimiento, sin acertar á decir nada ni á dar un paso. «Le acosté en seguida, y mandé un recado á Quevedo para que viniera á escape.» D. Francisco, saliendo de su estupor como si le hubiesen dado un latigazo, corrió al cuarto del chico, á quien vió en el lecho, con tanto abrigo encima que parecía sofocado. Tenía la cara encendida, los ojos dormilones.
Allí me esperaba la dueña de la casa en su ataúd clavado y entre cuatro cirios. Cerca de ella había una religiosa pasando las cuentas de un rosario. La religiosa me entregó una rama de boj mojada en agua bendita, y yo sacudí gravemente unas cuantas gotas, en señal de bienvenida, sobre el ataúd forrado de lana blanca.
Sus brazos se abrieron y buscaron en el aire un punto de apoyo. Trató de arrancarse el estilete de acero que tenía clavado, dió dos pasos vacilantes, sus rodillas flaquearon y cayó dando un suspiro aterrador. Al caer, la aguja se lo introdujo hasta la cabeza de zafiros. Sufrió una convulsión que le hizo volverse de espalda y se quedó inmóvil.
No puede una vivir sin tener algún ser pequeñito a quien adorar. ¡Hija de mi alma!, es una gran desgracia para todos que tú no nos des algo. A Jacinta se le clavó esta frase en el corazón, y estuvo temblando un rato en él y agrandando la herida, como sucede con las flechas que no se han clavado bien. «Pues sí, esta casa es muy... muy sosona.
El ministro hizo aquí alto, aunque la música continuaba tocando la majestuosa y animada marcha al compás de la cual la procesión iba desfilando. ¡Adelante! le decía la música, ¡adelante, al banquete! Pero el ministro se quedó allí como si estuviera clavado.
Dicho esto, afirmó otra vez don Alejandro las manos en los correspondientes muslos, y con el ojo bueno clavado en los de Nieves, y la cara muy risueña, se dispuso a recibir la contestación.
Palabra del Dia
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