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Actualizado: 23 de mayo de 2025
La faz de Cirilo y la de Visita se iluminaron con una sonrisa de alegría. La de aquél se apagó, sin embargo, al observar el rostro serio y contraído del joven. Buenas noches. Al oír el saludo, la sonrisa de Visita también se apagó: su fino oído de ciega había notado algo extraño en el timbre de la voz.
Tú tienes ochenta mil... Pero tú eres licenciado en Filosofía... Total iguales... Vaya, vamos a almorzar. Este don natural no falló tampoco en la ocasión presente. Nuestro joven se encrespó terriblemente y como no se atrevía con su tío, a quien de buena gana hubiera llamado imbécil, la emprendió contra Cirilo y su esposa a quienes cubrió de dicterios.
Todo eso manifestó aquél con acento perfectamente tranquilo, como si se tratase de un asunto insignificante y baladí no es prueba suficiente para acusar a Cirilo de que trabaje para deshacer tu matrimonio... Pero aunque trabajase, ¿qué? Yo estoy seguro completamente de Germán. ¿No lo estás tú de Clara...? ¡Pues entonces...! Ella tiene cien mil pesos.
Se alzó de la butaca y acercándose a él le dijo al oído: Pierde cuidado, querido, que como resulte cierto eso que sospechas, yo me encargaré de poner un buen castigo a Cirilo... Le reduzco el tanto por ciento de la administración al cuatro... ¡Ya ves, le doy el cinco...! Me parece que no le quedarán más ganas de meterse donde no le llaman...
LEONIE. ¡Tan joven y ya tienes una profesión...! CIRILO. ¡Sí...! LEONIE. ¿Y a qué te dedicabas cuando eras paisano...? ¡Nada... nada...! ¡Tienes que contestarme...! Yo te he referido toda mi vida y tú debes ser también franco conmigo... De lo contrario, me imaginaré que tienes un oficio del que te avergüenzas... No es ésta precisamente la razón que me impide confesárselo a usted...
De todas maneras, pasaré a ver... ¿Quiere esperar el señor en el salón? La sirvienta introduce a Cirilo en una amplia estancia, parecida a un salón de médico; ni siquiera falta en ella la obligatoria mesa de incrustaciones. Moblaje estrafalario, comprado pieza por pieza en el Hotel de Ventas.
Ella sacó de su ridículo un libro y se lo dio diciendo: Ahora tendrás la amabilidad de leerme un poquito, estoy segura de ello. He traído esta novela porque es de tu autor favorito y quiero que el día de hoy te diviertas mucho, mucho... porque si tú no te diviertes mucho, mucho, yo estoy decidida a aburrirme. Cirilo cogió el libro riendo y se puso a leer.
LEONIE. ¿No quiere usted hacer carrera en el ejército...? ¡Me parece mal...! Un hombre joven y bien formado, como usted, tiene un hermoso porvenir en la carrera militar. ¡Pero siéntese usted...! CIRILO. ¡Muchas gracias...! ¡Temería molestarla...! LEONIE. ¡Oh! No tengo nada que hacer hasta las ocho. Si usted quiere, saldremos juntos a recorrer París.
Por esto y nada más que por esto hubiera querido esperarte en la estación y llevarte conmigo por ahí. ¿Te avergüenzas de mí...? No tengo derecho a juzgarla. ¡Ya ve usted...! Yo no había pensado siquiera en buscar madrina... CIRILO. Era una broma que mis compañeros me habían gastado sin que yo lo supiera. Cuando usted me escribió, su carta me pareció tan bonita, que contesté.
Leonie le contestaba diciéndole todo lo que pasaba en la capital, la descripción de las fiestas de la victoria, el relato de una sesión parlamentaria a la que había asistido, etc., etc. Cirilo sacó la conclusión de que la señora Leonie desempeñaba el cargo de ama de gobierno en casa de la señora baronesa de Boel, en la calle de Richelieu. El sargento Bauquet es un joven de fisonomía agradable.
Palabra del Dia
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