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Actualizado: 29 de junio de 2025
Nada, mujer; que la quiebra de Schlingen ha sido la piedra que ha derrumbado el castillo de mi fortuna; tengo que pagar mis propias pérdidas y las de ese pícaro muchacho, que va a sentir mi mano de firme; ¿de dónde sacar el dinero? porque hasta ahora mis ganancias en la Bolsa no se han convertido en moneda contante: se sale de un negocio, se mete uno en otro: aquí pierdo, allí gano, y así hasta que se cae de pie o de cabeza. ¿De los Bancos? han dado tanto, que no fian ya un centavo, y a un deudor, como yo, no se le sigue prestando; acudí al portugués don Raimundo, y me he dejado chupar la sangre, ¡si vieras! pero, para lo que yo debo, esto es un grano de anís.
El primer actor declamaba con las manos en los bolsillos y dando paseos de un cabo a otro del escenario. La primera dama se estaba arrellanada en una butaca y no cesaba de chupar bombones. Era cosa para hacer perder la paciencia a un santo.
Juana la Larga fue declarada una largartona de primera fuerza; Juanita, una moza extraviada que estaba ya pervirtiendo y corrompiendo las buenas costumbres, y don Paco, un viejo chinadísimo, a quien hija y madre ponían en ridículo e iban a chupar cuanto poseía.
Quilito le miraba comer, y su estómago, en ayunas, excitado por los ojos y el olfato, rezongaba, impaciente. Con mucho gusto hubiera trincado con el tío, pero le daba vergüenza mostrar que tenía hambre; un traguito, sí, bebería, para no desfallecer en el trance fatal, pero le repugnó ver a Agapo chupar la boca de la botella con sus labios grasientos.
Las llanuras servirian ventajosamente para la cria de ganados, si no fuera la inmensa muchedumbre de murciélagos que se ceban por las noches en chupar la sangre á los pobres animales, siendo esto hasta el presente un grande obstáculo para su progreso.
De vez en cuando aleteaba por cerca de Isidro un enorme moscardón azul, de reflejos metálicos, lúgubre, venenoso, hinchado repugnantemente, como si acabase de chupar la tierra de una tumba. Maltrana preguntó por su abuela. Estoy solo en casa.
Del techo y las paredes de madera se desprendían insectos sanguinarios sobre las curtidas epidermis, para perforarlas y chupar su jugo. Otras veces surgían del suelo, remontándose por las gruesas botas. En invierno, el boliche, por estar con las puertas cerradas, conservaba una atmósfera densa de humo de tabaco, que olía á ginebra, á vino agrio, á ropa mojada y á cuero de zapato.
Cuando regresaron, ella desalentada y pesarosa, él tieso y humeante, D.ª Laura recibió a su digno esposo con endemoniado gesto, y le dijo: «Quita allá; vicioso... Ya tenemos la chimenea encendida. ¡Contenta me tienes! Tú, con mirarte al espejo y chupar el maldito coracero, crees que no hace falta nada más. Mejor trabajaras...». Capítulo VIII Don José y su familia
¡Quién fuera trucha para morderte una pantorrilla y chupar esa sangrecita dulce! ¡Quién fuera anguila para deslizarme entre tu ropa y registrar tus secretos!... Pero no... ¡Quién fuera ratón para ir ahora mismo á tu cuarto y esperarte allí y salir por la noche para soplarte al oído!
¡Calla, calla y recalla ya, que siquiera sabes lo que dices, con la mona que traes a cuestas!... ¡Como otra vez te vea yo así perdido de vino, he de decirle a Rosendo que te arree una tunda con la correa de la caja, que te has de chupar los dedos; chiquilicuatro, mocoso, viciosón! Convidarte, ¿eh? Me convides. ¡Quien te da vino, no te da pan; mulo! ¡Anda afuera, que me mareas la cabeza toda!
Palabra del Dia
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