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Actualizado: 10 de julio de 2025


Golpeó la tabaquera y echó una mirada a su rededor con aire de triunfo. ¡Ah! en verdad que tiene espíritu sutil, mi amiga Priscila prosiguió el doctor, prefiriendo atribuir el chiste a una dama antes que reconocer la ventaja que al hacerlo había tomado el squire sobre su cuñado . ¡Deja a un lado un poco de pimienta para sazonar la conversación; por eso es que no la hay en exceso en sus platos!

Es lo cierto que mi padre, a pesar de la reputación que tiene de ser por lo común poco respetuoso y bastante profano con las mujeres, trata a ésta con un respeto y unos miramientos tales, que ni Amadís los usó mayores con la señora Oriana en el período más humilde de sus pretensiones y galanteos: ni una palabra que disuene, ni un requiebro brusco e inoportuno, ni un chiste algo amoroso de estos que con tanta frecuencia suelen permitirse los andaluces.

Y comenzó por el chiste más desagradable: sentarse al lado mío, cuando Zoraida le había ya indicado ese asiento a Julio". "21 de abril. "Hace dos semanas que Julio no viene. ¿Por qué? Es cierto que antes estaba a lo mejor meses enteros sin venir. Sin embargo, ahora lo extraño, lo extraño mucho". "22 de abril. "Hoy nos visitó Adriana Zumarán.

A no ser dijo Eloísa, con remilgada sonrisa que celebréis con los alemanes el azahar y las naranjas; con los franceses, el bolero, y con los ingleses, el vino de Jerez. ¡Ah! Eloisita exclamó entusiasmado Polo , ese chiste es tan espiritual, que si no es francés, merece serlo. En lo que decía, plagiaba Polo, según su costumbre, un conocido dicho francés.

Celebraba cualquier insulsez de los amigos como el chiste más acerado, hasta verse obligado a sujetar el vientre sacudido por los flujos de risa. Y los reía de buena fe, sin asomo de hipocresía ni adulación, lo cual, como es lógico, lisonjeaba el amor propio de los que estaban a su lado.

El pobre hombre olvidaba que el error tiene también sus leyes, y que en la marcha del universo cada prurito aspira a su satisfacción y la consigue, resultando la armonía total, y este claro obscuro en que consiste toda la gracia de la humanidad y todo el chiste del vivir. Pero el buen viejo no podía ver aquello.

Harto sabemos todos que la moda, las ideas del tiempo en que se vive, el chiste de fecha reciente, es lo que el vulgo literario penetra bien y aquello en que se complace.

La niña estuvo tres veces para llorar y otras tantas para reír: al fin se decidió por lo último, hallando muy gracioso, aunque demasiadamente húmedo, el chiste de su hermanito. Para recompensar su tolerancia, éste tornó a hacer el gato con más voluntad aún y maestría. Después imitó al perro y al burro menos que medianamente.

Me llamo Pedro, Lope, Francisco, Guillén, Eurípides; a elegir dijo con voz robusta, de timbre grato; llana, atrayente sonrisa. Todos hicimos eco a su sonrisa, menos la vieja, que no acertaba a decidir si la respuesta era en serio o en chanza. ¡Qué chistosísimo! exclamó, optando por la chanza. No, señora; no es chiste replicó el sacerdote. Pero, ¿Eurípides es nombre cristiano?

Doña Lupe lo sospechó así, y mientras Fortunata se le llevaba otra vez a su cuarto, procurando calmarle, la señora cogió a la chiquilla por su cuenta, y con la persuasión de tres o cuatro pellizcos, hízole confesar que ella era culpable de lo ocurrido. «Mire, señora replicaba ella bebiéndose las lágrimas ; él fue quien empezó, porque yo no chisté.

Palabra del Dia

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