Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 11 de octubre de 2025
Le agradaba mi cháchara, cualquiera que fuera su tono, como se escucha con gusto el gorjeo de un pájaro cantor, y yo no pedía más. ¡Le estaba tan agradecida porque me había asociado a su grande y sincera pasión, a mí, a la chicuela a quien todavía hacían salir de la habitación cuando la gente grande quería hablar de cosas serias!
Su padre era un progresista ridículo, que se entusiasmaba hablando de Espartero; su hermano un demagogo ateo, de los que hacen burla de Dios y la Divina Providencia; su madre una pobre señora, a quien se le figuraba ser santa porque era hacendosa, y Leocadia una chicuela presumida, que se pasaba la mañana embandolinándose el pelo.
El motivo de haber dicho esto la chiquilla con relativo juicio y serenidad, fue que se oyeron los pasos de doña Lupe, y su voz temerosa: «Mira, Papitos, que voy allá...». Tía, venga usted... Está de jarana... ¡Acusón! le dijo por lo bajo la chicuela al coger la lámpara , feón.
El ingeniero al decir esto daba tantas vueltas al brazo de la niña, lo manoseaba tanto, que el señor de Ciudad, que contemplaba la operación desde la proa con ojos torvos, no pudo menos de exclamar en tono colérico: Amparo, ¿quieres bajarte esa manga?... ¡Chicuela más tonta!... La niña se ruborizó y bajó la manga.
Despojándose de las gafas, empezó a reflexionar. ¡Era estúpido todo aquello! La chicuela ni siquiera le había dejado abrir la boca para explicarse, y le había lanzado en pleno rostro el despectivo insulto. Debía, no obstante, comprender que sólo se trataba de una broma. ¡Qué diablo de muchacha! ¡Como si verdaderamente le interesase con sus proclamas! Eso no era de su incumbencia.
Tengo el sistema nervioso alterado. ¡Pelear toda la vida con un enfermo, y ahora, para rematar la fiesta, salirme esa chicuela, en quien tenía fundadas mis esperanzas, tan ingrata y perversa! No sé cómo tengo paciencia. María vaciló un instante. Ya ve usted, señora... los niños son niños.
Sí, sí, señor repuso la chicuela sollozando. ¿No puedes soportar la idea de que te deje de querer? No, no, señor.
Miedo no, porque no asustan más que los feos; pero no quisiera que nadie murmurase de mí... Don Quintín creyó ver que el rostro de la chicuela se cubría de pudoroso carmín. ¿Te gustaría más un joven, un mocito? No quiero nada con chiquilicuatros, que no tienen pizca de formalidad. ¿Prefieres hombres serios..., por ejemplo, yo? Sí; pero usted no es para mí. La mujer debe buscar uno de su igual.
Mientras esto se decía en el borde de la Trascava, la Nela había emprendido allá abajo la persecución de Lili, el cual, más travieso y calavera en aquel día que en ningún otro de su monótona existencia, huía de las manos de la chicuela.
Cuando al meterse en la cama aquella noche recordaba el lance, se le encendía la sangre y disparaba injurias mentales contra la rústica chicuela. Por la mañana, al vestirse, todavía las seguía disparando, porque todavía seguía recordando el desaire. Al mediodía lo mismo. Allá en el pensamiento, y aun entre dientes, la apellidaba tonta, soez, presumida y hasta fea.
Palabra del Dia
Otros Mirando