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Me parece que me he escurrido. ¿Y si se engolosina, y yo mismo la echo a perder, despertándole la codicia? En realidad..., ¿qué clase de mujer es? No es cosa de hacer el primo. Una chicuela criada a puerta de calle, en un estanco, una corista distinguida... ¡Me da una rabia pensar que si hubiera tenido paciencia la pesco con cuatro cenas y un traje!

Esto decía, cuando se vino corriendo hacia ellos una muchacha, una niña, una chicuela, de ligerísimos pies y menguada estatura. Nela, Nela dijo el ciego . ¿Me traes el abrigo? Aquí está repuso la muchacha poniéndole un capote sobre los hombros. ¿

Con el mismo que tuvo don Juan para burlarse de él, haciéndole juguete de una chicuela y, lo que era peor, estorbando que la conquistase. La dificultad estaba en abrir la carta sin que luego se conociera. Tras largas cavilaciones, obedeciendo a una idea que le pareció tan original como atrevida y segura, sin pararse en peligros, rasgó el sobre y leyó.

Coca era una chicuela... ¡Había que perdonarle!... ¡Ella creyó estar enamorada de Vázquez, y ahora resulta que no lo estaba!... Tenía que confesárselo, aunque siempre dispuesta a cumplir su compromiso, si él lo exigía... Don Mariano no debía por eso juzgar mal a las mujeres... ¡Era ello una desgracia, una desgracia irreparable, ocurrida a él, tan luego a él, el más digno y generoso de los hombres!... Pero podía distraerse, olvidar, paseando y viajando... ¡Ya se casaría más tarde, puesto que su temperamento era el de un hombre de hogar, y como lo merecía por sus méritos y condiciones!...

El primogénito de los claques fue objeto de una serie de transacciones y reventas chalanescas, hasta que lo adquirió por dos cuartos un cierto vecino de la casa, que tenía la especialidad de hacer el higuí en los Carnavales. Adoración se pegaba a doña Jacinta desde que la veía entrar. Era como una idolatría el cariño de aquella chicuela.

Además, doña Bernarda llevaba a Remedios a la suya con frecuencia, y rara era la tarde que al entrar en su casa Rafael no encontraba a aquella muchacha tímida, torpe y de una belleza insignificante, vestida con trajes que aprisionaban cruelmente su soltura de chicuela criada en los huertos, transformada rápidamente en señorita por la buena suerte del padre.

Phs... Me parece que la hermanita es una chicuela con un puchero de grillos en la cabeza. Ni sabe lo que quiere, ni por lo visto lo ha sabido en su vida. Al cabo hará lo que le manden... Conozco el paño. Me molestaron grandemente aquellas palabras, no tanto por el desprecio que envolvían hacia la mujer que me tenía seducido, como por encontrar en ellas alguna apariencia de razón.

Pasó cautelosamente de silla en silla, como una chicuela que desea escaparse, llegando de este modo hasta el comedor. Allí cobró ánimo, y poniéndose de pie, se aventuró francamente en un pasadizo inmediato. Casi tropezó con la doncella, que volvía al salón llevando más agua caliente para el . La vieja la saludó con un bufido implacable. ¡Presumida!... ¡Fea!

Si algún día tengo necesidad de examinar a fondo la personalidad del señor Martholl, no será seguramente por ese lado por el que miraré... ¡Ah! preveo que esto sucederá dentro de poco tiempo; ¡está muy apurado ese joven! Puede ser que también sea tu opinión, chicuela... ¿Qué debo contestarle? me lo dirás ¿no es cierto? Hubo un silencio.

Me dijeron que andaba por allí con una cuadrilla de pillos y cierta pelona que es su querida, la Piquirri, una chicuela seca como una caña, con la cara llena de costurones, que vende periódicos en la Puerta del Sol y se arremanga para que los señores viejos la vean unas pantorrillas que parecen flautas.