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Actualizado: 26 de junio de 2025


Tres leguas de esta hay otra, en la cual se puede dar fondo en la inmediacion de un cabo, que los ingleses llaman Galant, que segun estos y los holandeses, es la mejor rada de todo el Estrecho: prueba de ello que se han mantenido anclados la mayor parte del invierno cinco navios, sin haber experimentado la menor incomodidad. Se reconoce en este sitio una isla, y otras dos chicas en su travesia.

El poeta siguió el ejército, llorando sus padres, y aun es fama que lloraron á escondidas tres de las chicas más guapas de Ecija. Al llegar á Madrid, el joven volvió á ser poeta, y entonces hacía versos al Rey cuando abría las Cortes, á Amalia, á Riego, á Alcalá Galiano, á Quiroga, á Argüelles.

Bueno dije con afectada resignación , no iré. Tardó un poco en contestar. Pero inquieta tal vez su conciencia por mi estudiada humildad, dijo: No quiero que vayas porque lo que va a pasar... ¡Cómo si lo viera! Hoy están allí las chicas más bonitas de Sevilla, y te enamorarás de una... Y yo no quiero, ¿lo oyes? ¡No quiero, no quiero! El arranque con que pronunció estas palabras me hizo reír.

Yo conozco á la bordadora, la Matea, que tiene un taller donde trabajan muchas chicas... No, señores, interrumpió Isagani; acudamos antes á los medios honestos... Iré yo á presentarme en casa del señor Pasta y si nada consigo, entonces ustedes hacen lo quieran con las bailarinas y las bordadoras.

Yo tampoco, chicas intervenía la maestra. Saque allá, maestra, saque allá... Comerá uno brona toda la vida, gracias a Dios que la da, pero no andará en trapisondas. Y diga... ¿qué le hacen hacer los protestantes a la Píntiga? ¿Mil indecencias?

Puedes entenderte con Lucía; también a ella le gustan las aventuras, y hasta se ha hecho amiga de un grupo de chicas que a no me gustan nada, por cierto. Adriana no respondió y se quedó mirándola con la anterior actitud distraída. Después, suspirando con resignación: Tendré que pedirle este servicio a Zoraida Aliaga... Charito contuvo un gesto de contrariedad.

Me tienen por lástima en casa de la Pepona, que es de allá... de la tierra. Una casa muy decente: de a cinco duros. Ven por allí, que te apresian de veras. Peino a las chicas y hago recaos a los señores... ¡Ay, si viviera mi probe hijo! ¿Te acuerdas de Pepiyo?... ¿Te acuerdas de la tarde en que murió?...

Pues mira, por lo pronto no irás a casa de Calderón sino cada ocho o diez días.... Iremos juntos o nos encontraremos allá. No debes quedar solo: en un momento de debilidad echarías a perder toda la obra. Hablarás poco con Esperanza y mucho con las chicas que allí estén.

Es que esta muchacha dice que ha visto al Rey allí, con el conde Federico. Sarto miró a la moza sonríendose y con expresión de incredulidad. Estas chicas en cuanto ven un apuesto caballero, se creen que es el Rey dijo. Pues entonces, el que yo digo y el Rey se parecen como si fueran hermanos replicó la campesina, algo vacilante pero insistiendo todavía en su tema. Sarto miró en torno.

Esto causó cierta impresión en el viejo, y mientras las niñas, de pie junto a la cama, contemplaban con el ceño fruncido y los labios apretados la agonía del pobre enfermo, don Juan dijo a su hermana en voz muy baja y titubeando como si se arrepintiera de su debilidad: Óyeme, Manuela; por ti no haría nada... no lo mereces; pero a la vista de esas pobres chicas me siento débil y no quiero que mi conciencia cargue con un remordimiento.

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