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Actualizado: 30 de abril de 2025


Libre de ambicion, y sobre todo severamente aleccionado por el trágico fin de su hermano y de su padre, rehusó por mucho tiempo la peligrosa dignidad que le ofrecian, sin llegar á ceder nunca sino ante la consideracion de que asi lo exigia la causa de su patria. Al fin aceptó y tomó la direccion de los negocios del gobierno.

Era que la Torrebianca consideraba en su interior que ya había prolongado bastante el simulacro de su resistencia y creía llegado el momento de ceder, para que Moreno hablase de cosas más inmediatas y urgentes. Como si no supiera lo que hacía, puso sus manos sobre los hombros de él y le habló de muy cerca, con voz tenue, al mismo tiempo que miraba á lo alto, como sumida en sus recuerdos.

Si él hubiera querido ceder, humillarse, renegar hasta cierto punto de las creencias y de la misión de sus antepasados, hubiera sido Diputado, Senador, Embajador, Ministro y cuanto le hubiera dado la gana; él al menos así lo creía; pero como el Barón no había querido ceder ni renegar, había tenido que limitarse y resignarse a ser un caballero, si bien encopetado, viviendo de sus rentas, que eran cortísimas.

»Carlos me miró algunos instantes con amor y reconocimiento; una radiante mirada brilló en sus ojos y creí que iba a ceder; pero me contestó con tristeza: »¡Juanita, no desee usted saber ese secreto!... Ignórelo siempre si me ama; porque no podré decírselo sin morir: ¡el día que lo conozca habré dejado de existir!

Si bien la significación de esta entrega, que no se me debía, me era del todo incomprensible, me guardé de mostrar una sorpresa inconsiderada; pero desenvolviendo los paquetes, me aseguré por medio de algunas preguntas indirectas, que esta suma constituía las arras del arrendamiento, ó en otros términos la gabela que tienen por costumbre los arrendatarios ceder al propietario en cada renovación de contrato.

Llega el momento en que todo un campo de nieve no se encuentra ya sujeto á la pendiente; cede, y la enorme sacudida que comunica á las nieves vecinas las hace ceder también. Toda la masa se precipita á un tiempo por la vertiente de la montaña, llevándose por delante todo cuanto encuentra en el camino, troncos de árboles, piedras y peñascos.

Si Juan Pablo salía por la tremenda, quizás era mejor, porque así no estaba Maximiliano en el caso de guardarle consideraciones; pero si se ponía en un pie de astucias diplomáticas, fingiendo ceder para resistir con la inercia, entonces... Esto ¡ay!, lo temía más que nada. Pronto había de salir de dudas.

Valeria no era en la casa una amiga pobre benévolamente acogida, no era una demoiselle de compagnie tratada con consideración: era la hermana menor. Ambas poseían ese maravilloso arte de ceder a tiempo y resistir con dulzura, ante el cual se allanan los disgustos y rozamientos que producen inevitablemente las pequeñeces de la vida.

Valeria, descalza, para no ser sentida, fue hasta la puerta del cuarto donde estaban, y pegando la oreja al ojo de la llave escuchó todo lo que hablaron. ¿Has oído a madre? dijo Juan. repuso Pedro. ¿Y qué dices? Que no me voy. Ni yo tampoco. ¿Por qué? Porque no me separo de ella... ni de ti. Lo mismo digo. Pues ella dispone que se vaya uno. Ya le haremos ceder. ¿Y si no cede?

Un poco... No cuánto... ¿De veras que no lo sabes?... Yo te lo pagaré cuando herede. Y con una franqueza brutal exteriorizó su pensamiento: ¡Cuándo me dejara en paz esa beata!... Los viejos deberían ceder su puesto á los jóvenes. ¿Qué placer pueden encontrar en seguir viviendo? Habían terminado de comer. Ella siguió llenando los vasos de los dos con aquella bebida.

Palabra del Dia

hociquea

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