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Actualizado: 23 de julio de 2025
Eran guerreros, de fea y terrible catadura, armados de largas lanzas, de agudas flechas y de flexibles arcos. En sus rostros, casi imberbes, aunque varoniles y fieros, resplandecía, sobre el amarillo obscuro de la tez curtida, la exultación alegre del triunfo.
Por entonces los conocí yo siendo estudiante todavía, durante las vacaciones de verano, en la romería de la Virgen de las Nieves. Me parecieron de muy mala catadura, particularmente el mayor, en cuyo semblante de torva y recelosa mirada, lo mismo que en el resto de su persona, se veían las huellas y el estrago de todas sus malandanzas.
Así me gusta verle a usted me dijo , y no con la triste catadura de estos días atrás. Pues a ella volveremos, amigo Neluco le respondí , si Dios no hace el milagro que le pido. Sin embargo, usted se reía ahora... La risa del conejo...
Luego, por el mismo continente, llegó otro carro; pero el que venía sentado en el trono no era viejo como los demás, sino hombrón robusto y de mala catadura, el cual, al llegar, levantándose en pie, como los otros, dijo con voz más ronca y más endiablada: -Yo soy Arcaláus el encantador, enemigo mortal de Amadís de Gaula y de toda su parentela. Y pasó adelante.
Serafina, que era también burlona y maldiciente, murmuraba, y haciendo mucha befa había referido por todas partes que la hija menor del escribano, de cuya mala salud y ruin catadura se ha dado ya cuenta, estaba prendada del boticario y le deseaba como marido, aunque sólo fuese para no ser menos que su hermana mayor, doña Nicolasa, la cual iba pronto a casarse con Pepito, el hijo del albardonero, famoso doctor en leyes.
Miróle el cabrero, y, como vio a don Quijote de tan mal pelaje y catadura, admiróse y preguntó al barbero, que cerca de sí tenía: -Señor, ¿quién es este hombre, que tal talle tiene y de tal manera habla?
El cree añadió un estudiante de burlona catadura, allí estante y presente al caso que aprendiendo las irregularidades y variaciones de los verbos cóncavos y enfermos, se aprende a conocer a los hombres, y porfía y jura y perjura que el gobernar el Estado guarda necesaria hilación con la métrica y el arte de los consonantes.
Eran esclavos todos ellos, gente innoble y de mala catadura. Muchos habían sido perseguidos por la policía y habitado los establecimientos penitenciarios. Además, todos ignoraban el idioma del gigante, y éste tenía que hacerse respetar empleando gestos amenazadores.
Encorvada la horrenda sibila, alumbrada por el vivo fuego del hogar y la luz de la lámpara, ponía miedo su estoposa pelambrera, su catadura de bruja en aquelarre, más monstruosa por el bocio enorme, ya que le desfiguraba el cuello y remedaba un segundo rostro, rostro de visión infernal, sin ojos ni labios, liso y reluciente a modo de manzana cocida.
Y, con licencia de vuestra grandeza, me quiero quitar de aquí, por no ver delante de mis ojos ya no su triste figura, sino su fea y abominable catadura. -Eso me parece -dijo el duque- a lo que suele decirse: Porque aquel que dice injurias, cerca está de perdonar. Hizo Altisidora muestra de limpiarse las lágrimas con un pañuelo, y, haciendo reverencia a sus señores, se salió del aposento.
Palabra del Dia
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