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Actualizado: 23 de julio de 2025


Venía compuesta con galana sencillez, respirando aseo y coquetería; pero todo el aseo del mundo, toda la gracia y sencillez no podían disimular la fea catadura del descolorido traje, ni menos, ¡y esto era lo más atroz!, la desgraciadísima vejez y mucho uso de las botas, que no sólo estaban usadas y viejas, sino ¡rotas! Lo que Isidora padecía con esto no es decible.

Otro que también se sorprende mucho al verme, es el vecino del piso primero, un viejo búho, de siniestra catadura y rostro de pensador, el cual reside en el molino hace ya más de veinte años. Lo encontré en la cámara del sobradillo, inmóvil y erguido encima del árbol de cama, en medio del cascote y las tejas que se han desprendido.

Modesto cayó soldado, y como su padre no tenía lo bastante para comprarle un sustituto, pasó a las filas de un regimiento de infantería, en calidad de distinguido. Como era un bendito, y además de larga y seca catadura, pronto llegó a ser el objeto de las burlas y de las chanzas pesadas de sus compañeros.

Estupenda filisberta toledana, tenía entre las rodillas, apoyándose las manos en ella, una daga flamenca le parecía en la cintura, y en su traza picaril y en su catadura aviesa y maligna, cualquiera le juzgara de la genealogía y linaje de los famosos Rinconete y Cortadillo.

Emma seguía sintiéndose orgullosa del físico de su Bonis, como llamaba a Reyes; y al verle ir y venir por la alcoba, siempre de agradable y noble catadura a pesar de los oficios humildes en que allí se empleaba, experimentaba la alegría íntima de la vanidad satisfecha.

Uno de ellos era alto, rojo, pesado; el otro, pequeño, de pelo negro y ojos vivos. Los contemplé por entre las cortinillas de mi cuarto. Al primer golpe de vista no me pareció gente de mala catadura. Llamaron, y la criada les hizo pasar a mi cuarto.

Es el caso que vieron adelantarse y dirigirse hacia ellas un individuo de extraña catadura, alto y delgado, vestido con larga hopalanda negra, y acompañado de otro que formaba con él perfecto contraste, pues era rechoncho, pequeño y sanguíneo, y llevaba americana gris rabicorta. Al aspecto de la donosa pareja llovieron los comentarios. El del gabanón parece un cura dijo Guardiana.

Los primeros que se detuvieron fueron los que la imagen llevaban; y uno de los cuatro clérigos que cantaban las ledanías, viendo la estraña catadura de don Quijote, la flaqueza de Rocinante y otras circunstancias de risa que notó y descubrió en don Quijote, le respondió diciendo: -Señor hermano, si nos quiere decir algo, dígalo presto, porque se van estos hermanos abriendo las carnes, y no podemos, ni es razón que nos detengamos a oír cosa alguna, si ya no es tan breve que en dos palabras se diga.

Apenas amanece, cuando viene Un indio de endiablada catadura, Y muy poco en la playa se detiene, Hasta que el agua llega

Deshaciéndose todo en un suspiro colosal, volvió a decir: «Isidora». Esta le miró sin hablarle, fijando en la ciclópea catadura de Bou sus ojos empañados por las lágrimas. Bou sintió que su corazón se partía en una porción de pedazos, y se expresó así con acongojada voz: «Isidora, ya que usted no quiere confiarme sus penas, le voy a confiar las mías.

Palabra del Dia

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