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Actualizado: 1 de octubre de 2025
Es tan ameno y bello este parage, Que las hijas de Pierio bien podrian Dejar de Tracia el monte y su boscage, Que aquí mas soledad cierto tendrian. Y aquellos que siguiesen su lenguage En breve de sus ciencias mas sabrian, Y en metro y dulce verso el casto coro Al mundo descubriera su tesoro.
Mas cuando yo Sancho fuera Y él fuera yo, dime Elvira, ¿Cómo el rigor de tu ira Tratarme tan mal pudiera? Tu crueldad, ¿no considera Que esto es amor? ELVIRA. No, señor; Que amor que pierde al honor El respeto, es vil deseo, Y siendo apetito feo, No puede llamarse amor. Amor se funda en querer Lo que quiere quien desea; Que amor que casto no sea, Ni es amor ni puede ser. D. TELL. ¿Cómo no?
Bostezó don Víctor y salió del gabinete después de depositar un casto beso en la frente de su mujer. Entró en su despacho. Estaba de mal humor. «Aquella enfermedad misteriosa de Ana porque era una enfermedad, estaba seguro le preocupaba y le molestaba.
De la virtud modesta de los lares Guarda el fuego sagrado en tus altares, De la familia cándida vestal; Que ese fuego que el casto hogar calienta Es la luz que nos guia en la tormenta De la vida, cual místico fanal. En los ardientes climas tropicales Con el rocío de una sola noche, La perfumada flor abre su broche Y al sol y al aire entrega su beldad.
Quede muy pocas veces el teatro Sin persona que hable, porque el vulgo En aquellas distancias se inquïeta Y gran rato la fábula se alarga; Comience, pues, y con lenguaje casto No gaste pensamientos ni conceptos En las cosas domésticas, que sólo Ha de imitar de dos ó tres la plática. Mas cuando la persona que introduce, Persüade, aconseja ó disüade, Allí ha de haber sentencias y conceptos.
Pero podéis estar tranquila, y sobre todo... sed feliz. Amadme un poco y no hablemos más de esto. Voy a leeros una página de vuestro querido Tennyson, el más casto de los poetas. No puede venir más al caso. Otra noche, algunos meses después, era ella quien tranquilizaba al joven. Debía ella partir a la mañana siguiente con su madre y su hijo para Dieppe, donde iba a pasar algunos días.
Mas ¡cuán pasagera fue tu dicha para el dolor y la amargura que hubiste de devorar en medio de las tinieblas y el silencio! Casto Longino, gobernador en nombre de César, te arrancó tu libertad y tus tesoros: sufriste, lloraste; y cuando no pudiste ya con tus pesares, no encontraste otro medio para salvarte de su codicia que lanzarte al campo de batalla.
Flor de las comedias de España de diferentes autores, recopiladas por Francisco de Ávila, parte 5.ª: Madrid, 1616. El ejemplo de casadas y prueba de la paciencia, de Lope de Vega. La desgracia del rey D. Alfonso, el Casto, de Mira de Mescua. Tragedia de Los siete infantes de Lara, en lenguaje antiguo, de Hurtado Velarde, vecino de la ciudad de Guadalajara.
Claro apareció en mi conciencia el amor que me habías inspirado, y cuán abominable lo hacía la gran diferencia de nuestra edad, más propia que para convertirme en amiga o en esposa tuya, para prestarme, con relación a ti, por manera espiritual, el casto y limpio carácter de madre. »Yo, con todo, no supe resistirme.
Cómo os ha ido, esposa, en esta ausencia, En poder desta gente, que no alcanza Razon, virtud, almas, conciencia? Como he tenido y tengo la esperanza Puesta en el hacedor de tierra y cielo, Con cristiana y sigura confianza Por su bondad, aun tengo el casto velo, Y tanto con su ayuda santa espero No tener de mancharle algun recelo.
Palabra del Dia
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