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No: yo no quiero responder a nadie. Acabas de herirme, de emponzoñarme el corazón. Hace veinticinco siglos que gozaba yo con el recuerdo de Sidarta, noble, generoso y enamorado. Su último casto beso, el de la noche en que se despidió de , estaba en lo íntimo de mi ser como luz celestial que le iluminaba. Todo mi encanto se destruye ahora. Yo no he vuelto a ver a Sidarta.

Al compás de los madrigales, los abates hacían el amor callandito en los salones. Los amantes, que componían versos de casto é insípido pastorileo, no podían entrar en las casas como aquéllos á quienes encubría su dignidad, y entraban disfrazados ó empleando los más extravagantes y rebuscados medios. Con la sociedad nueva vino la moda nueva.

»No resta mas que vigorizar el brazo del forjador donde mas tenaz es la resistencia: un esfuerzo mas, y la vida del Oriente trasmigra al magestuoso Guadalquivir; un acto más de , y la magestad de Bagdad se humilla ante la reina del Andalús, y el Godo casto y salvage que hoy proclama rey la enriscada Asturias , hunde entre sus pobres templos de cal y piedra tosca la férrea corona de puntas heredada de Pelayo.

Pero uno y otro eran tan como Dios manda, que a pesar de lo mucho que se querían, no se propasaron nunca a otra cosa sino a estrecharse afectuosamente las manos, y una o dos veces a lo más, a consentir ella en recibir un casto beso en la tersa y cándida frente, y a lograr él estamparle.

Fue la segunda condición, ya cumplida también, que el Príncipe sin poder mostrarse sino tres instantes, y esto bajo la forma de pájaro verde, inspirase un amor tan vehemente y casto, cuanto invencible, a una Princesa de su clase. La tercera condición, que ahora se está acabando de cumplir, fue que la Princesa se apoderase de esta carta, y que yo la interpretara.

Pasaré aquí de largo, a fin de que nadie tilde de licencioso este escrito, sobre las infernales artes con que La Caramba, industriada por los tres libertinos, excitado su amor propio, anhelante de la victoria, y prendada además de la gallardía e inocencia del casto mozo se esforzó por avasallarle y rendirle a todo su talante.

Paula arrancó de una vez al pobre párroco de Matalerejo, el más casto del Arciprestazgo, el resto del precio que ella había puesto al silencio. ¡Con qué fervor predicaba el buen hombre después la castidad firme! «¡Un momento de debilidad te pierde, pecador; basta un momento!

Vereis á un ser nacido para cosas grandes y privado de alcanzar la verdadera grandeza, un corazon capaz de un amor casto y puro, esclavizado á un amor indigno, un entendimiento susceptible del mas alto vuelo sojuzgado por el error y la impostura; y seguramente al dar el tributo de vuestras generosas lágrimas á los egregios mártires que bajo su imperio fueron inmolados, no negareis un suspiro de compasion á ese príncipe que por los inescrutables designios de Dios alcanzó dotes de ángel y al desplegar sus alas las halló sujetas con una cadena.

Pero aquél se negó a este paso ridículo. Afortunadamente el matrimonio de su niña avanzaba rápidamente hacia su consumación, y muy pronto quedarían libres de tan enfadosa mosca. Godofredo había insinuado ya varias veces su casto deseo. D.ª Carolina le presentó al instante las consabidas dificultades.

No es el instinto el que hácia me arrastra, más noble es la pasion con que yo sueño; pero ¿qué importa si una impura llama á pesar tuyo te calcina el pecho? Yo tengo para raudal sin fondo de casto amor y nobles pensamientos, y al enlazar mis manos con las tuyas, al oprimir tus labios con mis besos, el perfume de amor que mi alma llena, trocará el vil calor en santo fuego.