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Actualizado: 29 de junio de 2025
Vivía con extremada pobreza y vestía desastradamente; un sombrerete, con dos dedos de enjundia; un gabancillo de color café con leche, que había estrenado al venir a la Universidad y que llevaba con el cuello subido, por disimular la ausencia de camisa; pantalones con flecos, y botas como las consabidas.
Sí dijo don Modesto, que recordó las serenatas a la puerta de Rosita ; ese pobre Ramón siempre ha puesto alto los ojos. A don Modesto no le habían podido disuadir los ulteriores sucesos, de que no fuese Rosita el objeto que atrajo las consabidas serenatas, porque una idea que entraba en la cabeza de don Modesto, caía como en una alcancía; ni él mismo la podía volver a sacar.
Por fin, Manolita supo que Melchor la amaba gracias a una carta de éste, en la cual, conforme al patrón de todas las declaraciones, comparaba su corazón con el Vesubio, y comenzando con las consabidas frases: «Señorita: desde el móntenlo que la vi a usted», etc., terminaba: «Salve usted este corazón que está herido de muerte.» Manolita acogió burlescamente la declaración del dependiente, mas no por esto dejó de agradecerla, con esa satisfacción que causa en toda mujer el saber que es amada, y nada dijo a su familia ni a Rafael.
Los periódicos ministeriales sacaron a la luz de la publicidad todos los trapillos del Gobierno caído, y hubo especial empeño en hablar de los cuatro títulos de nobleza y las dos grandes cruces consabidas, y en trastear particularmente a don Simón, como a novillo bravo. Con estas tendencias del nuevo Ministerio, el papel del empréstito bajó hasta la mitad de su valor.
Pero aquél se negó a este paso ridículo. Afortunadamente el matrimonio de su niña avanzaba rápidamente hacia su consumación, y muy pronto quedarían libres de tan enfadosa mosca. Godofredo había insinuado ya varias veces su casto deseo. D.ª Carolina le presentó al instante las consabidas dificultades.
Diéronsele, pues, las consabidas serenatas por todas las murgas de la población; recibió las acostumbradas felicitaciones, y, ¡oh fuerza de la vanidad satisfecha!, llegó a creerse merecedor de tanto obsequio, y hasta legítimo representante de la libérrima voluntad de sus electores.
Palabra del Dia
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