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Lloraste por tu Pitusa de tu alma, y te llamabas miserable por haberla abandonado. Créelo, te pusiste que no había por dónde cogerte. Vaya, hija, pues ahora con la cabeza despejada, voy a decirte dos palabritas para que no me juzgues por peor de lo que soy. Se fueron de paseo por las Delicias abajo, y sentados en solitario banco, vueltos de cara al río, charlaron un rato.

Mas ¡cuán pasagera fue tu dicha para el dolor y la amargura que hubiste de devorar en medio de las tinieblas y el silencio! Casto Longino, gobernador en nombre de César, te arrancó tu libertad y tus tesoros: sufriste, lloraste; y cuando no pudiste ya con tus pesares, no encontraste otro medio para salvarte de su codicia que lanzarte al campo de batalla.

27 y tu corazón se enterneció, y te humillaste delante de Dios oyendo sus palabras sobre este lugar, y sobre sus moradores; [y] te humillaste delante de , y rasgaste tus vestidos, y lloraste en mi presencia, yo también te he oído, dice el SE

Habrá dos, y tres, y cuatro que a mis ayes y lamentos respondan con dulce halago; pero ninguna, ninguna, viéndome sufrir callando, llorará como lloras, con un lloro tan amargo. , en cambio, mi bien, lloraste y lloraste tanto y tanto, que nunca será posible que yo consiga olvidarlo.

Desesperaron los mas de la salud del reino, y fuiste la primera: dicen que lloraste al saberlo lágrimas de sangre.

Te desobedecí, fuí ingrato á tu amor, fuí sordo á tu llanto, y el cielo me castiga por aquella culpa. Pero que fuiste tan buena, tan paciente, tan generosa; que tanto sufriste, que tanto lloraste, madre de mi vida, madre de mi alma, perdonarás á tu hijo.

Lo que yo le decía al verla hecha un mar de lágrimas: «¿Por qué no me avisaste antes?». Claro, yo habría llevado uno o dos buenos médicos y quién sabe, quién sabe si le hubiéramos salvado. Jacinta callaba. El terror no la dejaba articular palabra. «¿Y no llorastefue lo primero que se le ocurrió decir. Te aseguro que pasé un rato... ¡ay qué rato! ¡Y tener que disimular en casa delante de ti!