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Actualizado: 5 de noviembre de 2025
Y mientras se alejaba iba diciendo: Y estos son los liberales que quieren hacemos felices.... Y ahora rabian porque no les dejan decir esas picardías en los periódicos.... Conversaciones de este género las había a diario en Vetusta; en el paseo, en las calles, en el Casino, hasta en la sacristía de la Catedral. De Pas sabía todo lo que se murmuraba.
Veterano del Casino había que llevaba andado en aquel salón camino suficiente para llegar a la luna. Paseaban los dos amigos, y Mesía iba entrando, entrando por el alma del jubilado regente y tomando posesión de todos sus rincones.
Luego, el Casino bajó al puerto, donde hoy está el barrio de La Condamine: igual fracaso. Los arrendatarios del juego quebraban, sin poder cumplir sus compromisos con el príncipe... Pero se abrió el ferrocarril de la Cornisa, quedando Mónaco en el camino de París á Italia, y todos los jugadores, todos los desocupados del mundo, afluyeron aquí en pocos años... ¡Qué transformación!
Ortigüela dió varias audiciones en casas particulares, en el Casino y en la Universidad. Oyéndolo, al Estudiantón se le ocurrió un ingenioso proyecto, que comunicó al punto a los belarminianos y antibelarminianos. Tratábase, nada menos, que de demostrar inequívocamente si Belarmino hablaba un idioma inteligible. Todos aceptaron la presunta demostración.
Donde hoy vemos el Casino, los grandes hoteles y las casas de té más elegantes, existían cavernas de la época prehistórica, que en tiempos menos remotos sirvieron también de guaridas de ladrones.
Doña Bernarda no llegó a sospechar el motivo por el cual su hijo se levantó al día siguiente pálido y ojeroso como quien ha pasado una mala noche. Tampoco sus amigos políticos adivinaron por la tarde la razón por la que Rafael, haciendo buen tiempo, fuese a encerrarse en la atmósfera densa del Casino.
»Lo confieso: me gusta esta ciudad que a un tiempo es antigua y es moderna, que es venerable y coqueta, que piensa y ejecuta. ¡Ah! ¿Por qué Magdalena no ha de estar aquí conmigo para contemplar juntos esa puesta de sol incomparable?... »Mi banquero me ha obligado a aceptar un vale que me da entrada en el Casino.
Un año hizo una espléndida novena a San Francisco, a la cual acudió toda Vetusta edificada, como decía Bermúdez. Después que Bedoya salía del Casino, pasando sin ser visto de los porteros, que dormían suavemente, no quedaban allí más socios que ocho o diez trasnochadores jurados. Pocos y siempre los mismos.
El príncipe Lubimoff vuelve á entrar en el Casino. Atraviesa el vestíbulo y el atrio llevando la cabeza alta, pero sin ver á nadie, con la mirada perdida ante sus pasos. Le parece que el tiempo ha vuelto de repente sus agujas atrás, haciéndole saltar en el pasado, volviéndolo á la juventud. Marcha con arrogancia.
Tú puedes ser mi amigo, el amigo del chueta Pablo Valls, al que ves en el café, en el Casino, y que además tienen las gentes por medio loco. ¡Pero casarte con una mujer de mi familia!...
Palabra del Dia
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