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Actualizado: 20 de junio de 2025
Tímido como el niño adolescente, te persigo doquier; y hallarte espero, cual el que sueña dichas y dormido á sí mismo se guarda el dulce sueño, temiendo, al despertar, todo el encanto de su delirio contemplar deshecho. ¿Quién eres? ¿Quién á mí te ha conducido? ¿Acaso el ánsia de carnal deseo? ¡Ay de mí! No lo sé, que áun no te he hablado; áun si mientes ignoro... y ya lo temo.
El rayo de sol la daba de lleno en el rostro, y, en medio de toda la vejez, de la descomposición, de la muerte que le rodeaba, Ramiro vio una cosa hechicera, deliciosa, toda vida, toda juventud, toda sangre, que palpitaba bajo su ansia. Era la boca, aquella boca roja de Beatriz, que el demonio carnal la había enseñado a salivar brevemente, y a ensanchar y contraer, de inquietante manera.
12 Porque nuestro regocijo es este: el testimonio de nuestra conciencia, que con simplicidad y sinceridad de Dios, no con sabiduría carnal, sino con la gracia de Dios, hemos conversado en el mundo, y mucho más con vosotros. 13 Porque no os escribimos otras cosas de las que leéis, o también conocéis; y espero que aun hasta el fin las conoceréis;
Ni aun la belleza podía mover discordia entre ellas, porque sus atractivos ofrecían caracteres opuestos. Susana era grande, blanca, gruesa, rubia y a pesar de su edad y su doncellez tenia aspecto de Venus flamenca, perezosa y carnal. Valeria era pequeña, morenilla, delgada, pelinegra, tipo de mística española, poca materia y mucho espíritu; un fraile de Zurbarán hecho hembra.
La devoción los había juntado, pero la vida no tardó en recobrar sus fueros, abriéndose paso en sus relaciones casi místicas y uniéndolos en carnal abrazo. Habían vivido fieles uno al otro en el misterio de la vida eclesiástica, amándose con prudencia escrupulosa, sin que el secreto de sus relaciones trascendiese al público, hasta que ella murió, dejándole dos hijos.
Ni tengo edad, ni experiencia, ni sabiduría suficiente; y lo peor es que también me falta virtud, porque yo debía aceptar gustoso todos los padecimientos de la señorita, creer que Dios se los envía para probarla, para acrecentar sus méritos, para darle mayor cantidad de gloria en el otro mundo... y soy tan malo, tan carnal, tan ciego, tan inepto, que me paso la vida dudando de la bondad divina porque veo a esta pobre señora entre adversidades y tribulaciones pasajeras.... Pues no ha de ser así resolvía el capellán con esfuerzo . He de abrir los ojos, que para eso tengo la luz de la fe, negada a los incrédulos, a los impíos, a los que están en pecado mortal.
La carne no guardaba en manos de la ama la orden retórica, porque siempre iba de más a menos; no era nada carnal, antes de puro penitente estaba en los huesos. Y la vez que podía echar cabra u oveja no echaba carnero, y si había huesos, no entraba cosa magra.
17 Todo hombre se ha vuelto carnal, y es sin ciencia; avergüéncese todo artífice de la escultura, porque mentira es su vaciadizo, que no tiene aliento. 18 Vanidad son, obra de irrisiones; en el tiempo de su visitación perecerán.
Debajo de ésta llevaba otras faldas y otras, ocho, diez o doce zagalejos, toda la ropa femenil de la casa, un embudo sólido de paños y bayetas que borraba los vestigios del sexo y hacía imposible imaginarse la existencia de una realidad carnal bajo la balumba de tejidos. Las hileras de botones de filigrana brillaban en las mangas postizas del jubón.
Lo que V. desea saber es... la situación de la señorita Julia en la casa, el por qué no se lleva bien con la señorita Clotilde y con su marido; en fin todo lo que pasa. Cabal. Va V. a salir de dudas. La señorita Julia es sobrina carnal de doña Carmen, hija de una hermana suya que murió hace quince años. La ha criado como a su propia hija, que es de la misma edad, poco más o menos.
Palabra del Dia
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