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Actualizado: 8 de octubre de 2025


Tornó a sentarse a mi lado, diciéndome en voz que para ser confidencial tuvo que semejar a un sordo gruñido: Va usted a ver qué talento tan portentoso. La penetración de esta buena señora asombra a todo el mundo... Me eché a temblar, pensando que con tanta penetración no podría menos de descubrir al instante que yo no era oficial carlista, sino el novio gallego de su hija Gloria.

Se había presentado a él un señorito de San Sebastián, de familia carlista, de los que llamaban hojalateros, muy gordo y muy lucio. Mire usted, don Miguel había dicho al ex escribano , yo soy muy carlista y mi familia también lo es; quisiera servir a don Carlos, pero, ya ve usted, no estoy para andar por el monte y desearía entrar en las oficinas.

Con la proclamación de la monarquía en España, comenzó el deshielo en el campo carlista. La batalla de Lácar, perdida de una manera ridícula por el ejército regular en presencia del nuevo rey, dió alientos a los carlistas, pero a pesar del triunfo y del botín la causa del Pretendiente iba de capa caída.

Al llegar cerca del convento de Recoletos, era ya de noche. ¿Quién vive? gritó el centinela. España. ¿Qué gente? Paisanos. Adelante. Volvieron a mostrar sus documentos al cabo de guardia y entraron en la ciudad carlista. Pasaron por el portal de Santiago, entraron en la calle Mayor y preguntaron en la posada si había alojamiento. Una muchacha apareció en la escalera.

En Zaragoza obtuvo Martí, el grado de doctor en Derecho a título de suficiencia, y el de doctor en Filosofía y Letras, a pesar de la marcada oposición del claustro de aquella Universidad carlista.

Juan Pablo empleó toda su parte en pagar las deudas que le devoraban y un descubierto que dejara en la administración carlista.

Lobato, un ex cabecilla carlista, era un lobo mestizo de zorro; hablaba con dificultad, leía deletreando y escribía de modo que, en caso de convenirle, podía negar que aquello fueran letras... y él era dueño de la comarca por la política, por la usura y por las trampas a que obligaba a los jueces de paz y a los pedáneos su influencia personal.

Ahora, la que más y la que menos huele a perrosVolvió a oirse la risa alegre y chillona de la muchacha. Celebraron los demás circunstantes las granujerías de Fernando el de Amezqueta y fueron a acostarse. A la mañana siguiente, Martín y Bautista dejaron a Amezqueta y por un sendero llegaron a Ataun, lugar en donde Dorronsoro, el jefe civil carlista, había sido escribano.

Este señor Aviraneta fue el que después adquirió celebridad fingiéndose carlista para penetrar en los círculos más familiares de la gente facciosa y enredarla en intrigas mil, sembrando entre ella discordias, sospechas y recelos, hasta que precipitó la defección de Maroto, preparando el convenio de Vergara y la ruina de las facciones.

El viento silbaba en bocanadas furiosas sobre la noche y el mar negros, y se oía el ruido de las olas azotando la pared del muelle. En la taberna, Martín, Bautista, Capistun y un hombre viejo, a quien llamaban Ospitalech, hablaban; hablaban de la guerra carlista, que seguía como una enfermedad crónica sin resolverse. La guerra acaba dijo Martín. ¿ crees? preguntó el viejo Ospitalech.

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