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Actualizado: 8 de julio de 2025
Y la pícara vieja acentuaba lo de españoles con una ambigua risita que hacía saltar a Butrón detrás de su agujero... ...Uno del Gobierno y otro carlista: en los dos hay heridos y en los dos hay miseria... Supongo, por lo tanto, que esos recursos que se alleguen se dividirán en dos partes iguales: una para los heridos del Gobierno y otra para los carlistas...
El plan era arriesgado; pero Gloria me infundía aliento, y me dispuse a llevarlo a cabo con la prudencia y astucia que me fuera posible. No quise pedir la recomendación al conde. Comprendía que, siendo él también carlista, le había de repugnar algo esta farsa, por más que su amabilidad le hiciera consentir en ella.
Por estas razones en la Fábrica se hacía política pesimista y se anunciaba y deseaba que al Gobierno «se lo llevase Judas». Dos cosas sobre todo alteraban la bilis de las cigarreras: el incremento del partido carlista y los ataques a la Virgen y a los Santos.
Navarro, al verle salir, dio un gran suspiro. ¿Era porque su conciencia estaba aún algo turbada o por desconsuelo de que sus amigos guerrearan mientras él se moría? Dejemos a Zorraquín subiendo a su caballo, cosa para él bien distinta de subir al púlpito. La tropa carlista salía de Elizondo.
Lo cual, ¡ay! fue verdad, cuatro años más tarde, cuando de Salamanca había hallado aquel niño manera de pasar, como ayo en la casa de un conde carlista, a estudiar a Madrid.
El extranjero explicó al paso la posición respectiva de liberales y carlistas en la batalla de Monte Muru y el sitio donde se desarrolló lo más fuerte de la acción, en la que murió el general Concha. Al anochecer llegaron cerca de Estella. Mucho antes de entrar en la corte carlista encontraron una compañía con un teniente que les ordenó detenerse. Mostraron los tres su pasaporte.
Recorrió el coche la calle Mayor, atravesó el puente del Azucarero, la calle de San Nicolás, y tomó por la carretera de Logroño. Al salir del pueblo, una patrulla carlista se acercó al coche. Alguien abrió la portezuela y la volvió a cerrar en seguida. Va la madre superiora de las Recoletas a visitar a un enfermo dijo el demandadero con voz gangosa.
Era este un hombre bajito, entre rubio y canoso, con la nariz arqueada, el bigote blanco y los anteojos de oro. Ospitalech era dependiente del señor Levi-Alvarez y contó a su principal cómo Martín se brindaba a realizar la expedición difícil de entrar en el campo carlista para volver con las letras firmadas. ¿Cuánto quiere usted por eso? preguntó Levi-Alvarez. El veinte por ciento. ¡Caramba!
El mismo Tío Engarza Credos les informó de que en una casa de la calle de Belén había sido sorprendida una junta carlista y presos todos los que la formaban.
Entonces se nutría de hábiles retóricas, de erudición doctrinaria carlista, y hacía esgrima de sable con el brazo valentón y pendenciero de jóvenes oficiales granadinos.
Palabra del Dia
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