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Actualizado: 19 de mayo de 2025
Por fin, amigos caritativos le arrancaron de allí, la multitud se dispersó poco a poco, y cuando llegó la noche ya no había casi nadie alrededor de la capilla.
Formaba pequeña hondonada verde entre dos escuetos picachos blancos: la capilla de la Virgen en el centro completamente aislada. No había por allí ningún otro edificio. Desde las primeras horas de la mañana acudió la gente de los contornos y mucha también de sitios lejanos. Al mediodía estaba la romería en todo su esplendor.
Por las tardes subía Gabriel al camaranchón que habitaba el maestro de capilla en el piso superior de la casa de los Luna.
Entonces le fué puesta una aljuba amarilla con mangas largas, una capilla en forma de capuz rematada en una gran borla de colores, i por último un rótulo que con abultadas letras decia: «ESTE HA JUDAIZADO.» I en esta forma i cabalgando en un asno fué llevado al lugar diputado para quemadero, donde se cumplió la sentencia.
Tambien en su tiempo se enderezó una danza de arcos junto á la capilla de S. Clemente por el arquitecto Juan Francisco Hidalgo, maestro mayor de la iglesia. Se recibió en Córdoba á 14 de enero el breve de Alejandro VII á favor de la Inmaculada Concepcion, y se celebró en la catedral con fiestas, lo mismo que en todas las comunidades, iglesias y ermitas.
En la misma capilla estaba la tumba de otra princesa, hija del basileo Teodoro Lascaris, que había venido á reunirse con su tía en el lejano destierro. Ulises, sin dejar de admirar los conocimientos históricos de su padre, los acogía con cierta ingratitud. Mi padrino me explicará mejor esto... Mi padrino sabe más.
Lo que dicen los cicerones á los ingleses que visitan estas alhajas, y que por lo general es todo cuanto necesitan saber: que es toda de plata sobredorada con esmaltes, engastes de oro y pedrería, que pesa ciento nueve marcos, y que es obra de esquisito trabajo. La capilla del cardenal Salazar, llamada tambien de Sta.
El noble se descubrió y deteniendo su caballo á la puerta de la modesta capilla, rogó en alta voz á la Reina de los Cielos que bendijese sus armas y las de sus soldados en la próxima campaña. Una limosna, mis buenos señores, dijo entonces el mendigo, con voz suplicante. Favoreced á este pobre ciego, que hace veinte años no ve la luz del día. ¿Cómo perdisteis la vista, abuelo? preguntó el barón.
De tanto verla pasar por la calle de Raimundo Lulio, camino del asilo de la de Alburquerque, llegó a imaginar que la trataba. Siempre que había función pública en la capilla del asilo, iba doña Lupe, deseosa de introducirse y de hacer migas con la santa.
Su pensamiento rebelde se esquivaba de aquel cruel cuadro, y por una de esas perversiones de la imaginación que en las crisis violentas se agita como un muelle roto, seguía viendo sin cesar la capilla de Santa Ana y los dos novios delante del altar erizado de puntas de hierro y de fuego, doloroso emblema del Destino, donde se consumía lentamente la «cera de los desposorios.»
Palabra del Dia
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