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Actualizado: 11 de junio de 2025


Hasta entonces, los que habían salido de Hamburgo fingían ignorar a los embarcados en Boulogne, navegando juntos sin saludarse por el mar de Gascuña y de Cantabria, extensión de lívido azul bajo un cielo gris. La vista de pequeñas ballenas chapoteando en el golfo entre surtidores de espuma les había hecho cruzar algunas palabras nada más, replegándose a continuación en su huraño aislamiento.

Una guirnalda de flores primorosamente tallada en el mármol coronaba esta inscripción. «Lo que más sorprende en Aldeacorba es el espléndido sepulcro erigido en el cementerio, sobre la tumba de una ilustre joven, célebre en aquel país por su hermosura. Doña Mariquita Manuela Téllez perteneció a una de las familias más nobles y acaudaladas de Cantabria, la familia de Téllez Girón y de Trastamara.

En primer término asomaron las cabezas los recién venidos, y al punto calló la música y se oyeron vivas a los delegados, a Cantabria, dominando el clamoreo una voz aguardentosa que desde la esquina repetía incansable «¡Viva la honradez!». Una mujer se adelantó, y entrando en el círculo de luces, gritó con voz fresca y potente: ¡Que brinden a la salud del pueblo!... ¡Que brinden!...

Tiene el cielo una intensidad de azul rara en Cantabria; a través de una atmósfera de limpidez exquisita, todo el valle y los montes se abarcan de una sola mirada desde el balcón adonde asoma el de Luzmela su paciente silla de enfermo.

Estos primeros cuadros de Pereda, para los más admirables, no son ni los más conocidos de lectores extraños, ni los que más han contribuído a extender su nombre fuera de Cantabria.

Después hablaba de Augusto y sus legiones, venidos a Cantabria expresamente para someternos al yugo romano; de que tal era nuestro empuje, tal «nuestro» valor y tal «nuestro» apego a la independencia, que el César había necesitado seis años para triunfar en un empeño que le había parecido obra de pocos días; de los horrores de esta guerra bárbara entre inaccesibles peñascales y profundos y sombríos barrancos, donde rugían las aguas tintas en la sangre de «los nuestros» y de los aguerridos legionarios.

Hacia el Norte limitaba esta explanada como una muralla gris la cordillera de Cantabria; hacia el Sur podía extenderse la vista hasta los montes de Pancorbo. En este polígono amarillento de Laguardia no se destacaban ni tejados ni campanarios, no parecía aquello un pueblo, sino más bien una fortaleza.

Apoya la hipótesis la certeza de ser la nave una de aquellas de Cantabria destinadas al comercio con los estados de Flandes, que conciliaban en lo posible los medios de seguridad con la mayor carga, y no es de presumir que los primeros se alteraran al emprender un viaje de exploración para el que lo importante era contar con vitualla y agua en la ida y la vuelta; vitualla calculada, según algunos marinos dijeron, para un año, si bien parece cifra en doble exagerada.

Todo el júbilo de la primavera se asomó al cielo y se fundió en un azul profundo, nuevo y triunfante, que recortó en su intensidad milagrosa los montes gigantes, los bravos montes de Cantabria.

El padre del Tuerto, tío Bolina llamado, porque siempre al andar se ladeó de la derecha, sigue, á pesar de sus años, bregando con la mar, como el tío Tremontorio; y no por afición á ella, como diría muy serio un poeta del riñón de Castilla ó de la Mancha, acostumbrado á mandar las maniobras y á conjurar tormentas des de un escenario, ó en el estanque del Retiro, sino porque viven de lo que pescan, y sólo pescan para vivir exponiendo la vida cien veces al año en el indómito mar de Cantabria, sobre una frágil lancha.

Palabra del Dia

rigoleto

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