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Actualizado: 3 de junio de 2025


Una zagalona tenía en la cabeza toquilla roja con agujeros, o con orificios, como diría Aparisi; otra, toquilla blanca, y otra estaba con las greñas al aire. Esta llevaba zapatillas de orillo, y aquella botitas finas de caña blanca, pero ajadas ya y con el tacón torcido. Los chicos eran de diversos tipos.

En las desembocaduras de las grandes alcantarillas, donde no sumerge su ávido anzuelo el pescador de caña, multitud de peces, amontonados en verdaderos bancos como los arenques del mar, se nutren con los restos del festín arrastrados por el cenagoso torrente; el limo de las murallas, las márgenes y las hierbas del fondo, detienen también y hacen entrar en sus propias substancias el cieno que las baña; los residuos más pesados descienden y se mezclan con la grava del fondo, los objetos flotantes son arrojados á la orilla ó se detienen en los bancos de arena; poco á poco el agua se clarifica; gracias á su fauna y á su flora hasta se desembaraza de las substancias disueltas que la desnaturalizan, y si en su curso no fuera ensuciada de nuevo por otras impurezas arrastradas de otras ciudades, concluiría por volver á su primitiva pureza antes de llegar al océano.

15 Y el que hablaba conmigo, tenía una caña de oro, para medir la ciudad, y sus puertas, y su muro. 16 Y la ciudad está situada y puesta cuadrangular, y su largura es tanta como su anchura. Y él midió la Ciudad con la caña de oro, doce mil estadios; y la largura y la altura y la anchura de ella son iguales.

Su piel apergaminada dejaba visibles las aristas y oquedades del esqueleto. Su faz de calavera se contraía con la risa sardónica de la destrucción. Los brazos de caña hacían voltear una hoz gigantesca. De sus hombros angulosos pendía un harapo de sudario. Y la cabalgada furiosa de los cuatro jinetes pasaba como un huracán sobre la inmensa muchedumbre de los humanos.

Grandville, caricaturista con frecuencia demasiado ingenioso, se imaginó figurar los pensamientos íntimos de un pescador de caña, presentando al pobre hombre con su cráneo abierto y dividido en regiones según el sistema de Gall. En cada una de las cavidades cerebrales se tramaba un crimen horrible.

Allí donde se reunía la gente sonaba la guitarra, soltándose cada seguidilla y cada martinete que a Dios le temblaban la carne de gusto... Si entonces hubiese aparecido Fernando Salvatierra, el amigote de tu padre, con todas esas cosas de pobres y ricos, de repartos de tierras y rivoluciones, le habrían ofrecido una caña y le hubieran dicho: «Siéntese su mercé en el corro, camará; beba, cante, eche un baile con las mocitas si en ello tiene gusto y no se haga mala sangre pensando en nuestra vida, que no es de las peores»... Pero los ingleses apenas nos beben: el dinero entra con menos frecuencia en Jerez, y se oculta de tal modo el condenado, que nadie lo ve.

Estaba hablando el señor Goycochea, un vasco de ojos claros, membrudo, bajo de estatura, la cabeza cana y el bigote y la barbilla teñidos de rubio con cierto descuido que dejaba visible el blanco de las raíces capilares. Maltrana le tenía por el más rico de los tres. Bastaba ver el respeto de sus compañeros, que callaban apenas tosía él indicando su deseo de hablar.

Entonces fue cuando esta a su vez quedó pasmada y absorta, volviendo a todas partes la cabeza, como si buscase el sitio en que reverberaba aquel eco, tan exacto y tan fiel. No es eco clamaron las niñas ; es don Federico que está soplando en una caña agujereada.

»En todos nuestros discursos dimos muy lejos de la verdad del caso; y así, todo nuestro entretenimiento desde allí adelante era mirar y tener por norte a la ventana donde nos había aparecido la estrella de la caña; pero bien se pasaron quince días en que no la vimos, ni la mano tampoco, ni otra señal alguna.

Y, sin embargo, en cuanto disponía de una hora de tiempo, aquel escéptico, consagrado á la desgracia, cogía su caña, y sin desilusión, suspendía su anzuelo en medio de los burlones peces que jugaban dando vueltas alrededor del inofensivo instrumento. En cambio, hay pescadores que parecen fascinar el pescado, atraerlo irresistiblemente.

Palabra del Dia

plune

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