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Actualizado: 25 de junio de 2025
Se cruzó ese joven de una manera providencial, rescató las cartas... esto puede ser un motivo de odio que determine una calumnia del bufón. Además, lo que me ha dicho podía saberlo, y lo sabía sin duda, sin necesidad de que ese joven se lo dijese. Es necesario no obrar de ligero... ¿Pero y si ese empeño de que yo desprecie á don Juan, fuese porque le haya visto la Dorotea y le ame?
La calumnia con que el aya había querido manchar para siempre la pureza virginal de Anita se fue desvaneciendo; el mundo se olvidó de semejante absurdo, y cuando la niña llegó a los catorce años ya nadie se acordaba de la grosera y cruel impostura, a no ser el aya, su hombre, que seguía esperando, y las tías de Vetusta. Pero se acordaba y mucho Ana misma.
El día anterior, el lechuguino, que en vano había querido conquistar a la Gorgheggi, había dicho en la tienda de Cascos: Estos señores creen que usted se entiende con la tiple, Sr. Reyes; pero yo defiendo la virtud de usted... y le ayudo en su campaña para desarmar la calumnia. Y mi argumento es este: «El Sr.
7 Así que, por cierto es ya una falta en vosotros que tengáis pleitos entre vosotros mismos. ¿Por qué no soportáis antes la injuria? ¿Por qué no soportáis antes la calumnia? 8 Pero vosotros hacéis la injuria, y la calumnia, y esto a los hermanos. 9 ¿O no sabéis que los injustos no heredarán el Reino de Dios?
Se acusaba al Magistral, a lo que podía entender, de vicios tan torpes, de tan miserables delitos, que lo grosero de la calumnia la hacía de puro inverosímil inofensiva casi. La Regenta había despreciado y hasta olvidado aquellos rumores que llegaban de tarde en tarde a sus oídos.
Estoy dispuesta a morir por este hombre, si es preciso...». Pero no había modo de poner por obra tales propósitos. Ana buscaba y no encontraba manera de sacrificarse por el Magistral. ¿Qué podía ella hacer para contrarrestar la violencia de la calumnia? Nada. Nada por ahora.
Sea la hora que quiera, saldré, no me puedo contener... Voy, entro en la casa, la saco a rastras de la cama, me paseo por encima de su alma... ¡Decir eso, decir eso...!, sin creerlo, porque ella no lo cree. ¡Lo dice por deshonrarme! Antes calumnió a Jacinta, y ahora me calumnia a mí».
Luego declaró su deseo de casar a Beatriz con Ramiro, y refirió la denuncia que acababa de llegarle. Yo sospecho que vuestro nieto es víctima de una villana calumnia; pero en caso contrario añadió don Alonso acercando su rostro al rostro del anciano y tomando el tratamiento familiar, en caso contrario, vos, mi grande amigo, no permitiréis que esa desventura se extienda hasta mi casa.
Todo ello era una miserable especulación de Fuejos el zapatero para tentar a su mujer; pero ¿cómo siendo Fuejos su amigo, de Bonis, y excelente persona, se había permitido aquella calumnia? ¿No sabía Fuejos que se murmuraba en el pueblo si él, Reyes, tenía o no tenía que ver con la tiple?... Y sabido esto, que debía saberlo, ¿iba a decirle a su mujer, a la de Bonifacio, que?... ¡Imposible!». «No, la mentira no era del zapatero; era de Emma; ¡pero entonces la gravedad del caso volvía a ser tanta como se lo habían anunciado los sudores!
Amo... á una mujer casada... á la esposa de mi rey... de mi hijo... porque yo soy su confesor... Yo que le reprendo sus malos deseos, sus debilidades, no sé acallar el grito de los míos, no sé ser fuerte... y al saber... al oír que ella ama á otro, por más que esto pueda ser una equivocación, una calumnia, me estremezco de celos, y siento odio... un odio terrible á ese hombre... que dicen ama ella... y le haría pedazos entre mis manos...
Palabra del Dia
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