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Actualizado: 25 de julio de 2025
¡Qué injusticia! exclamó la joven . ¿Creen acaso que el sombrero es demasiado elegante para nosotras? Dice prosiguió Rafael que manejáis el abanico con una gracia incomparable. ¡Qué calumnia! dijo Eloísa . Ya no lo usamos las elegantas.
Pero si era efectivamente de la Inclusa y los que tenía por padres no lo eran, ¿por qué la amaban más aún que á los dos niños? No, no podía ser. Todo era una calumnia. Las chicas del pueblo la envidiaban porque sus padres la regalaban y la vestían mejor que á ellas.
Expresó en seguida la vanidad de aquellos sacrificios, el engaño y desengaño de toda acción ambiciosa. Esto lo hiciste agregó por punto de honra. Harta dicha será que no te desluzcan la jornada mediante alguna calumnia. Quien, como tú, Ramiro, ha de emprender el santo camino de la Iglesia, ¿qué pudo buscar por ese atajo que no fuera desvanecimiento y vanagloria?
«Viniendo al punto presente de la calumnia que escribo á Inglaterra, digo y suplico al señor Condestable que me haga la merced de pedir á S. M. que mande averiguar esto, y siendo falso, como lo es, hacer la demostración que es justa en mi satisfacción, y darme licencia que me retire de sus reinos y de cortes de Príncipes, y de sus peligros y juicios, antes que me acaben la salud y vida, ofresciendo, como ofresco á S. M. que, bien ó mal tratado, mientras viviere y donde quiera que viviere, le mantendré la fe y amor á su nombre y corona, de muy fiel siervo.»
Parecía querer mirarse en sus pupilas, al mismo tiempo que concentraba en los propios ojos todo su poder de seducción. ¿Amigos de veras?... preguntó con una voz susurrante . ¿Amigos para siempre?... ¿Amigos por encima de la calumnia y de la envidia? El joven se sintió vencido por el contacto y los perfumes de aquella mujer.
De sobra sabía que el duelo es usanza bárbara; que Pepita no necesitaba de la sangre del conde para quedar limpia de todas las manchas de la calumnia, y hasta que el mismo conde, por mal criado y por bruto, y no porque lo creyese, ni quizás por un rencor desmedido, había dicho tanto denuesto.
En efecto, compró mucho hierro; pero el principal móvil de mi viaje fue saber de la propia boca, de ese señor novio tuyo... démosle este nombre... saber de su propia boca si era verdad que se había hecho carlista. ¡Qué asquerosa calumnia! exclamó Sola con ardor, confundiendo con una frase a los inventores de tan maligno despropósito.
Hombre de partido, haces la guerra a otro partido; o cada vencimiento es una humillación, o compras la victoria demasiado cara para gozar de ella. Ofendes y no quieres tener enemigos. A mí ¿quién me calumnia? ¿quién me conoce? Tú me pagas un salario bastante a cubrir mis necesidades; a ti te paga el mundo como paga a los demás que le sirven.
Tocábale la guardia el sábado, y según la tradicional costumbre, habían de asistir los reyes a la Salve de Atocha; la novedad atraía todavía gran concurso de gentes a conocer y contemplar a la joven reina, y presentándose Currita a su lado, en el primer puesto, parecióle que había de detener desde allí los tiros de la calumnia.
Pero lo que él ambicionaba era tener sermones, que uno con otro le salían lo menos a dos o tres duros, suponiendo que fuera cierta la calumnia antes apuntada. El primer sermón que pronunció hizo poco efecto a sus nuevos compañeros; todos dijeron que olía a pueblo: con el segundo le ocurrió lo mismo, y en vista de ello determinó estudiar los ajenos para perfeccionar los propios.
Palabra del Dia
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