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Cuando la reprendo me saca a Santa Teresa, que opina que la piedad no se opone a la alegría y buen humor... Y la verdad es que hoy por hoy ella cumple como todas y en algunas cosas mejor que todas.

La Regenta sonrió a don Fermín y dijo: Dirá usted que soy una loca; ¿para qué escribirle cuando podemos hablar todos los días? No pude menos. ¡Soy tan feliz! ¡y debo en tanta parte a usted mi felicidad! Quise contener aquel impulso y no pude. A veces me reprendo a misma porque pienso que robo a Dios muchos pensamientos, para consagrarlos al hombre que se sirvió escoger para salvarme.

Ahora recuerdo que mi amiga le está recomendando siempre que le imite a usted en las formas respetuosas para manifestar su amor. Y le reprendo sus atrevimientos dijo doña Flora... Y le tira de las orejas cuando se extralimita de palabra u obra, y le pellizca en el brazo cuando salen juntos a paseo. Señoras, perdónenme ustedes dijo don Pedro pero me retiro. ¿Tan pronto?

Amo... á una mujer casada... á la esposa de mi rey... de mi hijo... porque yo soy su confesor... Yo que le reprendo sus malos deseos, sus debilidades, no acallar el grito de los míos, no ser fuerte... y al saber... al oír que ella ama á otro, por más que esto pueda ser una equivocación, una calumnia, me estremezco de celos, y siento odio... un odio terrible á ese hombre... que dicen ama ella... y le haría pedazos entre mis manos...

19 Yo reprendo y castigo a todos los que amo: pues celoso, y enmiéndate. 20 He aquí, que yo estoy parado a la puerta y llamo; si alguno oyere mi voz, y abriere la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo. 21 Al que venciere, yo le daré que se siente conmigo en mi trono; así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono.

Quilito se esconde apenas ve gente en casa, y cuando le reprendo, me contesta que él no está para perder su tiempo con vejestorios. Lo que a aquel chiquillo hacía falta, era un padre como don Aquiles, su abuelo, que le arreglara a ordenanza; el látigo es un remedio excelente: con esto y rienda tirante, no hay hijo indócil ni descarriado.

¿Vuestra majestad me despide de su servicio? dijo, sobreponiendo su orgullo á su turbación, la camarera mayor. Creo, Dios me perdone, que os atrevéis á reconvenirme porque os reprendo. Yo... señora... Me he cansado ya de sufrir, y empiezo á mandar. Continuaréis en mi servicio, pero para obedecerme, ¿lo entendéis? Señora... mi lealtad...

¡Papá! decía suplicante y apenada. Oye a Pepillo.... Abrió una jaula, atrapó un canario y le ha quebrado las alas.... Le reprendo... y me contesta con Unos dichos y unas palabras.... ¡Perdónale, hija! respondía el padre. ¡Pobre niño!...