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Actualizado: 30 de junio de 2025


Así ves, Andrés mío, a los batuecos, a quienes una larga costumbre de callar ha entorpecido de lengua, no acertar a darse mutuamente los buenos días, tener miedo, pazguatos y apocados, a su propia sombra cuando se la encuentran a su lado en una pared, y guardándose consideraciones a mismos por no hacerse enemigos, sucediéndoles precisamente que se mueren de miedo de morirse, y que es la especie de muerte más miserable de que puede hombre morir.

Anoche soñé una cosa.... ¿Qué? La diré.... No; ¡mejor es callar! Hable usted, tía. Soñé que te habías enamorado de.... Gabriela. ¿De Gabriela? ¡Si, de esa señorita que es tan buena, tan amable, tan elegante, tan inteligente, tan linda, y... tan rica! No, tía. Mi corazón tiene dueño. ¿Y quién es? Ese es mi secreto. ¿Secreto? Secreto. Mira, Rorró; a no me engañas.... ¡Ah!

No te he mandado callar por ofenderte, sino por evitar que piensen de ti lo que no mereces. La mujer que se pasa la vida diciendo malas expresiones demuestra que no ha tenido principios, y los tienes como los tengo yo y los tiene toda persona regular que haya tenido crianza. Deja esas palabras á los hombres, que para ellos se hicieron, y habla bien, que el hablar bien no cuesta trabajo.

Menester era resignarse y callar. ¿Quién, desde la India, por poco sigiloso y por muy jactancioso que fuese, había de tener el capricho de hacer saber en Viena que Poldy, la orgullosa, la siempre esquiva, con condes, con príncipes y hasta con archiduques, se había humillado a escribirle cosas de amor, sin saber quien era e ignorando hasta su nombre?

Era un trovo nuevo: todos los sábados traía versos el Cantó, en honor de la atlota de la alquería. El encanto de la música bárbara y monótona, admirada desde la niñez, obligó a callar a todos. La santa emoción de la poesía hacía estremecerse por adelantado a estas almas simples.

Como esto no podía ser, se exasperaba, se ponía loca como una fiera hambrienta. ¡Calla! La niña no podía; dejaba escapar un gemido. ¡Calla! repetía, acompañando la orden de algunos golpes. Josefina trataba de callar, hacía esfuerzos desesperados por conseguirlo; pero la respiración ansiosa se escapaba a su pesar, produciendo un gemido. Más golpes. ¡Calla o te mato!

El orgullo que usted ha manifestado en esa pregunta no tiene disculpa dijo Paz con desdén. Cuando dicen las personas mayores que usted ha faltado... añadió la otra, ellas sabrán por qué lo dicen, y usted no tiene que hacer más que conformarse y callar. Pero ¡ay! yo no en qué he podido faltar. Cuando á usted se lo dicen, sus razones habrá para ello. Pero si tengo la conciencia tranquila.

Ese hombre, Mesía; Ana... ¿qué pasó con ese hombre?... Ana recogió sus fuerzas, atendió a la realidad, a lo que le preguntaban, con intensidad, luchando con el confesor, batiéndose por su interés que era ocultar lo más hondo de su pensamiento. «Al fin aquello no era el confesonario; además, era caridad mentir, callar a lo menos lo peor».

¿No echa más usted? dijo éste contemplando la moneda. Nada más. ¡Ay, qué contra!... ¡Pues si el escoplo solo vale medio chulé! ¿? gruñó el comprador; ¡pues descuídate y verás si te llevo al Capitán del puerto, tunante! Pipa comprendió que más valía callar que comparecer ante tan encopetado personaje.

O al son de mi bolsa cantas, ó si te empeñas en callar, hablan de ti mañana en la villa. Conque hijo, ¿qué quiere don Rodrigo con mi pariente? ¿Vuestro pariente es ese mozo? Archinieto de una archiabuela mía, que era tan noble persona que más arriba que el suyo no hay linaje que se conozca. ¿Me promete vuesa merced guardarme el secreto, don Francisco?

Palabra del Dia

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