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Actualizado: 16 de junio de 2025


Pero el D. Diego, sintiendo sin duda en su cabeza un hervidero de palabras, que atropelladamente se le ocurrían conforme a la repentina fecundidad de su entender, no pudo estar callado mucho tiempo, y habló para poner en mayores cuidados a la Sra. de Rumblar.

Si de otras cosas que sabía también, y tiempo hacía, no le había hablado, sino con indirectas y sin insistir, ahora le convenía darse por enterada claramente; y así, le dijo un día a la mesa, a los postres, en presencia de Nepomuceno: Vamos a ver, hombre, ¿por qué me tienes tan callado lo que me preparas? ¿Es que quieres sorprenderme? ¿Lo que te preparo?

Le he escrito en ese tiempo tres cartas y en todas le manifestaba mi creciente angustia. ¿Las ha recibido usted? ¡Oh! Si hubiesen llegado a sus manos, estoy segura de que no habría permanecido tan callado sabiendo cuánta pesadumbre me causa su silencio. »Al saber ahora que aún vive y a dónde debo dirigirle mis cartas escribo por cuarta vez.

Lo que yo digo repuso Manuel es que no digo nada. Esa no pasa. Si has de estar callado, vete a la iglesia. Echa un brindis y espabílate. Manuel tomó un vaso de mistela, y dijo: Brindo por los novios, por los amigos, por nuestro comandante y por la resurrección de San Cristóbal. ¡Viva el comandante, viva el comandante! gritó todo el concurso ; y , Manuel, que lo sabes hacer, echa una copla.

Froilán era un muchacho alegre y decidor, encantado de dejar la tranquila casa paterna por las aventuras y emociones del largo viaje que iban á emprender y de la guerra futura. Pero aquel día lo veía Roger callado y pensativo, contestando apenas á sus preguntas.

Por un camino real que atraviesa los campos de Castilla rayanos con Andalucía, jinete en una mula parda, mal esquilada y sucia, va un hombre joven y de hermosas facciones, pero ojeroso, triste, pálido, callado, dejando al animal que arregle a su capricho el paso, sin hostigarle con espuela ni palo. En el cielo, de un azul purísimo, no flota la más ligera nube.

Pues, ¿qué diremos de Gasabal, escudero de don Galaor, que fue tan callado que, para declararnos la excelencia de su maravilloso silencio, sola una vez se nombra su nombre en toda aquella tan grande como verdadera historia? De todo lo que he dicho has de inferir, Sancho, que es menester hacer diferencia de amo a mozo, de señor a criado y de caballero a escudero.

Las demás atenciones eran acompañarlos a paseo por el Retiro, y comprar dulces y juguetes a Riquín y darles de noche larga y cariñosa tertulia. ¡Era blandamente obsequioso con Isidora y la miraba con manifiesta intención de decirle algo delicado y difícil...! A veces, en los largos paseos que daban, iba Juan Bou callado y suspirante. Parecía que su misma fiereza nutría su timidez.

Sería su inmediato heredero si Clara no viviese, añadió Lucía, que no dejaba por contar nada de cuanto sabía, cuando se hallaba entre personas, como Clara y su tío, que le infundían tanta confianza y cariño. Don Fadrique no llevó adelante la conversación. Quedó callado y como pensativo y melancólico. En silencio continuaron, pues, paseando hasta que llegaron al nacimiento.

La de Grevillois permanece seria y con una expresión de placidez, como si no oyera lo que se dice. A la Marquesa de Oreve, por el contrario, le divierten extraordinariamente las ocurrencias del señor Kisseler y, si está callado, lo que es raro, no deja de incitarlo: «Kisseler está triste esta noche... Se conoce que no le inspiramos.» Y esto basta para inflamar la pólvora.

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