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Actualizado: 22 de mayo de 2025


En resolución, aunque de un modo indirecto, y con el más profundo sigilo, y suavizando el golpe los dos medios por quien pasó, a saber: primero, la Condesa, al hablar con el tío, y el tío luego al hablar con la sobrina; ésta, como dura lección y como castigo de sus flirtations, recibió lo que vulgarmente llamamos unas terribles calabazas.

¡Qué libertad ni qué calabazas!... Libertad para trabajar..., ésa es la única que nos hace falta... Caminos, puentes, fábricas, saneamientos de terrenos, ferrocarriles y puertos; eso es lo que pide nuestra desgraciada nación... La libertad que ustedes los progresistas ambicionan es la libertad de morirse de hambre... Cuando considero que si no hubiera sido por la Gloriosa nuestro ferrocarril estaría ya a punto de terminarse, me acomete tal desesperación...

Sin embargo, la habían permitido, y aun aconsejado que contestase, por tratarse de un joven del pueblo, con cuya familia mantenían relaciones de amistad. Esta epístola le puso contentísimo de pronto. No eran las desdeñosas calabazas que esperaba. Después se puso triste, y al minuto otra vez alegre, leyéndola y releyéndola por ver si daba en la clave. ¿Eran o no eran calabazas?

Pocas cosas le molestaban tanto como verse aludido en este asunto de mujeres: por eso el socarrón del coronel lo hacía siempre que hallaba oportunidad. ¡Yo!..... coronel..... ruego a V..... el matrimonio..... ¡A buena parte va V., amigo Bembo!..... Hojeda es un egoistazo..... Más de veinte veces le he querido casar, y siempre me ha dado calabazas a la novia.

Por fin se fue acostumbrando a que Granate la festejase y hasta encontró cierta satisfacción de amor propio en recibir sus agasajos y en darle toda clase de desprecios. Pero él no cejaba. Con la tenacidad del abejorro que se empeña en salir por un cristal y se estrella cien veces contra el obstáculo, las calabazas, los desdenes y hasta las burlas no le hacían retroceder más que momentáneamente.

Causa risa ver cómo se da hoy de calabazas un ministro de Hacienda para arbitrar, con destino a otra guerra, unos cuantos millones que nadie quiere darle si no hipoteca hasta el último pingajo de la nación. Aprended, generaciones egoístas.

Pero ni esto es común en todos los que mueren, ni es tan ruidoso que merezca la atención; y al tiempo de estarle echando la tierra, se llegan algunas indias que llevan calabazas con agua encima, y van rociando la tierra, humedeciéndola; y en estando ya llena del todo la sepultura, echan agua bastante encima hasta que hacen barro, y la cubren toda.

A la hora de repartir las cartas en la fonda, experimentaba una ansiedad que le sofocaba, esperando ver llegar encerradas en un sobrecito las feas y colosales calabazas, castigo justo a su demasía y sandez. Transcurrieron, no obstante, los ocho días y aun los quince, y la contestación no parecía. Se fué calmando con la esperanza vaga de que la carta no hubiese llegado a su destino.

Nuncita sonrió con enternecimiento al recuerdo de aquellos tiempos, y repuso bajando los ojos con graciosa timidez: D. Máximo venía a casa todos los días, pero nunca me requirió de amores. ¡Qué amores ni qué calabazas! exclamó Paco. Di que quien te gustaba de verdad era el teniente, y concluirás más pronto.

¡Qué marqués ni qué calabazas! interrumpió con impaciencia el Gobernador.

Palabra del Dia

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