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Actualizado: 2 de julio de 2025
Pero Pepe, aunque no muy avisado, como ya se ha dicho, había descubierto el secreto y no cejaba en sus ruegos hasta que lograba sacarla de casa. Paca salía como si la arrastrasen. Una vez fuera, mudábase al instante; se mostraba viva y jovial y charlaba por los codos.
Fue tan imperiosa la voz, fue tan imponente el ademán de aquel muchacho, que se apartaron todos, formando ancho cerco en torno suyo. Cayó entonces el francés sobre Plácido, el cual paró los golpes que le asestaba, sin recibir ninguno, y le ciñó con fuerza terrible en sus nervudos brazos. Pasmosa fue la lucha. Firmes se mantenían ambos. Ninguno cejaba ni caía.
Antoñico no cejaba en sus demandas ni la joven en sus negativas. Mas al fin éstas fueron desmayando y la bella concluyó por quedarse inmóvil con los ojos extáticos, mientras el galán seguía murmurándole al oído sus deseos. Soledad se pasó entrambas manos por el rostro y, con súbito ademán, sacó una llave del bolsillo y se la entregó. Al mismo tiempo dió la vuelta y se retiró de la ventana.
Contaba así con una especie de plano inclinado para llegar a la reja. Subió por él deslizándose, se agarró con la mano izquierda a un barrote y con la derecha armada del cortaplumas, comenzó a roer la madera del marco. La postura no era cómoda, ni mucho menos, pero la constancia de Zalacaín no cejaba, y tras de una hora de rudo trabajo, logró arrancar el barrote de su alvéolo.
Por fin se fue acostumbrando a que Granate la festejase y hasta encontró cierta satisfacción de amor propio en recibir sus agasajos y en darle toda clase de desprecios. Pero él no cejaba. Con la tenacidad del abejorro que se empeña en salir por un cristal y se estrella cien veces contra el obstáculo, las calabazas, los desdenes y hasta las burlas no le hacían retroceder más que momentáneamente.
Notábalo aquél en la frialdad y reserva con que su antiguo amigo le hablaba, en las miradas oblicuas, lucientes, que alguna vez sorprendía en sus ojos; pero, sabedor de lo que entre los amantes acaecía, no cejaba en sus proyectos de seducción, aunque guardándose cuanto podía, porque siempre le había tenido miedo. Esforzábase en mostrar en todos los momentos su ingenio gracioso y maleante.
Además, el belga no cejaba en su guerrera tenacidad. Un joven argentino iba desde el día anterior detrás de Maltrana, participando con cierta admiración en sus preparativos, ayudándole en la busca de las armas, consultando a los camaradas que conocían los alrededores de Río Janeiro para escoger el lugar del combate. Nunca había presenciado duelos, y mostraba gran interés por ver uno de cerca.
El hechizo estaba tragado, y Facia no cejaba un punto en su empeño.
Se enfurecía cuando le veía acercarse a la mesa, le daba toda clase de desaires, le demostraba de mil maneras que estaba ejecutando una acción infame. Nada, Timoteo no cejaba. «Buenas noches, D.ª Carolina. Buenas noches, D. Pantaleón. Buenas noches, Presentacioncita.» La irritada señora llegó a pretender que Mario le hablase para hacerle desistir de su locura, y si fuera necesario le amenazase.
El P. Jacinto se paró á reflexionar entonces, al verse tan directamente interrogado, y casi se arrepintió de haber venido á tratar del asunto de la boda de Clarita, dejándose llevar de un celo impaciente, sin ponerse antes de acuerdo con el Comendador, según habían concertado; pero el padre Jacinto no era hombre que cejaba una vez dado el primer paso, y después de un instante de vacilación, que no dejó percibir á ojos tan linces como los de su interlocutora, dijo de esta manera: Allá voy, hija; ten calma que todo se andará.
Palabra del Dia
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