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Actualizado: 22 de mayo de 2025
Sí ella le hubiera aceptado por marido, el contento de don Paco hubiera sido grande, pero menor su estimación del valor de Juanita que el que era entonces al recibir las calabazas. Acaso una vaga sospecha de que Juanita aprovechaba la ocasión hubiera aguado el contento de ver que ella le aceptaba.
Si me hubiese dado calabazas..., nada..., hubiésemos quedado tan amigos; pero el pregonar mis cartas y el consentir que se haga chacota de ellas no lo olvidaré en mi vida... La saludaré cortésmente, la dirigiré la palabra con respeto; pero ser su amigo, ¡nunca! Entendí que tenía razón y no quise insistir. Aquella noche tampoco fui a casa de Anguita.
Permítame V., Martinita se apresuró a decir D. Facundo, yo no he dado calabazas a nadie..... Estas son cosas muy graves, Martinita.....
Los campos se llenan de amapolas, el aire de mariposas, de flores el jardín y la Universidad de calabazas. Muchos rapaces, sin embargo, se inflan al recibir la nota de sobresaliente, en señal de que han salido del aula hechos unos pozos de ciencia, y así se lo creen los papás.
Luego se me figura ver un cuero, O alguna calabaza, y desta suerte Entre contrarios pensamientos muero, Y no sé si lo yerre, ó si lo acierte, En que á las calabazas y á los cueros, Y á los poetas trate de una suerte. Cernìcalos que son lagartigeros No esperen de gozar las preeminencias Que gozan gabilanes no pecheros.
Pues ellos andan con alusioncitas, devolvámoselas, y no pequeñas como nueces, sino gordas como calabazas, y no rellenas de plomo frío cual las bombas de Villantroys, sino de fuego y metralla cual las nuestras. ¿Qué quiere decir eso, amiguito?
Fueron pronunciadas en un tonillo irónico que podía hacer creer que se trataba de una broma; pero los razonamientos eran tan verosímiles y lógicos, que destruían tal suposición. No obstante, haciendo un esfuerzo sobre mí mismo, solté la carcajada, exclamando: ¡Vaya unas calabazas bien fabricadas! Parecen talmente naturales.
Los únicos que mantenían la algazara de la fiesta eran los que, tostados y sudorosos, salían por las puertas del sol golpeándose amigablemente con las arrugadas botas y las vacías calabazas, dando a entender a gritos que el contenido de aquéllas se hallaba en lugar seguro y servía para algo.
Con esta adoración resuelta, con este prurito de ser correspondidos, se habían hallado muchos, o simultánea o sucesivamente. Ninguno había llegado a explicaciones. Doña Luz se supo componer de suerte que no se había visto nunca en la dura necesidad de dar formales calabazas, ni de excitar el resentimiento que esto trae consigo. Era difícil hablar a solas con ella.
Pecson, Tadeo y Juanito Pelaez fueron igualmente suspendidos; el primero recibió las calabazas con su risa de bobo y prometió entrar de oficial en un juzgado cualquiera; Tadeo, con la cuacha eterna al fin, se pagó una iluminacion encendiendo una hoguera con sus libros; los demás tampoco salieron bien librados y al fin tuvieron que dejar sus estudios, con gran contento de las madres que siempre se imaginan á sus hijos ahorcados si llegan á enterarse de lo que dicen los libros.
Palabra del Dia
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